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Ha sido un auxiliar valioso para mi padre en la educación que éste había emprendide. Nuestra instrucción fué atendida con igual empeño por ambos.
Mi madre cuidaba de nuestras lecturas: con cila pasamos ratos inolvidables, leyendo páginas encantadoras elegidas con un criterio muy avanzado.
Nos hizo comprender que los libros mejores para nosotras las mujeres no eran esas novelitas de uso corriente que tanto elogian las señoritas poco cultas y los hombres sin discernimiento artistico. Para ella, la mujer antes de leer novelas debe estudiar las memorias de los sabios y de los literatos de valor reconocido, en donde se encuentran siempre hermosos detalles que fortalecen para la lucha por el bienestar en la existencia.
Esas memorias y autobiografias fueron nuestras lecturas primeras; cada idea de valor en ellas, mamá la remarcaba haciéndonos juzgar las consecuencias que tenia en la vida posterior de quien la habia escrito, En la elección de las lecturas que más tarde bicinos, nunca hizo caso alguno de lo que decían los demás. Era demasiado buena inteligente para aceptar ciegas las opiniones ajenas. Su espiritu cultivado no encontraba ininoralidad en las obras que señalaban defectos capitales en el organismo social.
Sabía acompañar de comentarios sinceros y justos todos los apuntes que encontraba en esas obras y nunca dejó de llamar nuestra atención hacia las tendencias de cada libro, incitandonos considerarlas con imparcialidad.
En la vida social supo tenernos siempre en el puesto que nos correspondía.
Nos permitía recibir visitas de jóvenes inteligentes y educados cuya compañía nos era provechosa.
Nunca pensó en tenernos apartadas del sexo masculino hizo muy bien porque asi nas educamos en la creencia de nuestro valor; los jóvenes al verse objeto de tanta confianza de parte de nuestra madre aprendieron respetarnos, considerarnos con la solicitud de quienes saben cumplir con sus deberes de caballeros, Nosotras, por nuestra parte, como crecimos codcándonos con jóvenes, nos enseñainos conocer las cualidades y los defectos de todos ellos, aprendimos confiar en las propias fuerzas y supimos comprender las hermosas frases que nuestra madre nos repetía constantemente. la mujer, para su matrimonio, debe saber clegir y, para esto, es necesario que conozca lo bueno y lo malo que tiede cada uno de sus amigos; así, más tarde, no se dejara engañar por un intruso cualquiera que, por primera vez, le hable con dulzura y le haga protestas de amor sincero, Además, de esa manera sabrá hacerse respetar y pasará siempre altiva desafiando a la murmuración que, en vano buscará el medio de rebajarla con las historietas que acostumbra referir en voz baja.
José Fabio Garnier Gladys Per 2210
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