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Mi madre Con el mismo cuidado que va un niño a coger entre sus deditos una mariposa de alas brillantes posada en una flor, iba, y como ellos, temeroso de que al ser sentido, escaparan.
Aquella pareja conversaba con animación y de sus ojos brotaba fuego.
Hacia ya rato que estaban ahi, Juan, anheloso de oirlos, llegó. Vió que él, su dichoso y rústico rival, la estrechaba con pasión Sintió celos de salvaje y descó besar aquellos labios, aquelias brasas que tanto lo rovocaban.
De pronto se consolo al ver que ella, quería desasirse y que reia como una chiquilla al ver a su novio excitado como una fiera; ella con mil moner. as parecia ceder, y cuando entonces él se creía triunfante, ella, con ligeros movimientos se hacia atrás, y reia ai mirario desconcertado. El se enfurecia. Ella lo consolaba y él vuelto en sí, dispuesto de nuevo la lucha, le decia sus mejores palabras, le juraba de nuevo su gran amor, le daba quejas, le prometía tanto. suavemente llevaba aquel cuerpecito hacia su robusto cuerpo. y ella se dejaba viéndola, Juan pensaba: siempre la misma, siempre la tentadora, siempre perfida, al fio mujer. Que te abrace? Qué tonto. dijo ella con crueldad una nueva súplica del amante.
Por qué no. rugió aquel hombre que se levantó lleno de cólera y a.
menazanic.
Ella no contestó. Por que no. volvió a preguntarle, ya cerrando los puños.
Entonces ella, mida indiferente, miró aquel colérico y no atreviéndose contestar palabra, le sonrió como pidiendo con ella gracia.
Aquella sonrisa, la dulce sonrisa del debil, la interpreió él como burla, y entonces se lanzó contra la muchacha, quien al sentirse sujetada y al mirar aquella cara feroz, grito. Juan, ya con la paciencia agotada de ver aquella repugnante escena, salió de su escondite, y de un salto, quedo frente al mozo, quien al verlo en actitud amenazante y al oir que le decía, cobarde. quedó inmóvil por un momento, semejo una estatua, y al reconocer al tenido Patrón, temblo y despavorido huyo, diciendo: Aino. Ya repuesta aquella muchacha de veinte años, y después de preguntas y más preguntas. le dijo Juan, con voz temblorosa todavia: Dime, por que no querias abrazarlo. No lo quieres. Pus. no lo vidio tan curtío. pa qué me pregunta. contesto dejándolo perplejo con aquella franqueza, y luego, mirándolo con marcada intención, agrego: porque a mi naide me manda. Entonces Juan pesar del disgusto, la miró con ojos centelleantes. ella, balanceando su soluptuoso cuerpecillo con suma gracia, escapó diciéndole, Hasta luego!
Con el mismo interés y la inisma insistencia con que hace años seguía yo con la mirada a las señoritas que encontraba al paso, sigo hoy con los ojos las viejecitas de cabeza blanca y espalda encorvada, de saya y mantilla, que trabajosamente avanzan por la calle. Ay! es porque ine recuerdan mi adorada y santa madre, y me parece que voy verla; que al alzar ella la frente encontraré otra vez más aquella mi.
rada de luz cariñosa que alumbró mi vida hasta ahora, aquella sonrisa siempre para mi dulce y benigna, aquella fisonomía querida inolvidable, aquella parte de mí misino que falta ya en mi existencia.
Mis miradas de otros tiempos para las jóvenes, eran ardientes y alegres, llenas de promesas y esperanzas; las de hoy para las viejas, son cariñosas, profundamente tristes y cuajadas de lágrimas; las de entonces, iban pobladas de ensueños y de ilusiones; las de hoy, de amarguras y recuerdos; las de entonces tenían el anhelo de la vida y de la gloria; las de hoy, el deseo del descanso y del olvido.
Ay! yo no me senti vicjo, sino desde que perdi mi madre; no me sentí debil sino desde que me faltó su débil apoyo; no me senti solo sino desde que no volví verla.
Nunca creí que hubiera penas inconsolables sino desde que no la ballé ella para con solarme; nunca conocí el verdadero, el leal, el infinito carino sino desde que no encuentro el suyo. Cómo sufriría ella si pudiera ver mi tristeza. Cómo inundaria de lágrimas estas líneas si pudiera leerlas. Cómo comprendería y sentiría mi pena la que puso Po en mi pecho un corazón igual al de ella! veces pienso que mi madre no ha muque yo vivo aún y ella y yo éramos idénticos y Cuerpos. Sin embargo, para mí la prueba de mente muerta, es que estoy sufriendo solo, que aquel corazón que tomaba para si todas mis per dichas.
La vida era para mí un derecho valioso perdí mi madre, se me tornó en deber duro y Adol Espera. Espera. Al día siguiente, muy temprano todavia, llegó desesperado el viejecito dispuesto a saber toda la verdad; pero no encontró a Juan Gómez. Sienio Marzo de 1907.
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