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unos orden encortrazan e, que se paCes la de la ad y la Hera ruda y dura de los árborles, y abajo por la red de las fuertes indomablse raíces; todo el se entrelaza, enroscándose con los brazos gigantescos, prendiéndose como con tenazas en una gran solidaridad orgánica y viva. Por los claros de los árboles, por la transparencia de las hojas, desciende una claridad discreta y en esa suave iluminación se desarrolla dentro del bosqne el escenario pomposo de los colores. Estos son en sí vivos y cálidos, pero la gradación de la sombra que ara avanza, ora se aleja, les comunica desde la negrura dei verde, hasta el desmayo del blanco, la escala de matices completa, triunía. allí, en cada hoca de camino, las puertas del bosque forman un lejano círculo azulado, como puertas hechas sólo de luz, y de una luz zodiaca. suavemente infinita.
De todo el cuerpo colosal, de las hojas nuevas y de las hojas muertas, de los troncos verdes y de los troncos carcomidos, de las parásitas, de las orquídeas, de las flores silvestres, de la resina que se derrama lenta lo largo de los árboles, de el precon la e otros gazo, Infinita Horesta ta, o bri cabeFoi Kuda DE MERCADO los pájaros, de los insectos, de los animales ocultos en el secreta de la selva, se desprende un olor misterioso y singular, que se volatiliza y difunde en el intenso todo, y que, como el aroma de las catedrales, calma, embriaga y adornece las cosas.
En la voluptuosidad de ese perfume, que es acre y capitoso, con la claridad, que es suave, está la fuente dei reposo de la selva. El silencio que reina en la foresta es tan profundo, tan sereno, que parece eterno. Formado por las voces bajas, los murmullos, los movimientos, ritmicos de los vegetales, es completo y absoluto en su perfecta armonía. Si por entre las hojas secas amontonadas en el sucio se desliza un reptil, su ligero crujir interrumpe la dulce combinación del silencio; prodúcese en el aire una dislocación, rápida como un relámpago, por los nervios del bosque todo pasa un escalofrío, y los viajeros que marchan saturados de soledad augusta, vuélvense inquietos, sintiendo en el cuerpo el frío eléctrico instantantáneo del vapor.
Graga Aranda Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lirano del Sistema Nacional de Biotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica
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