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Arte Divino las Para Páginas Ilustradas VII.
Muchas lágrimas ha hecho verter la música dramática de Jacobo Meyerbeer (1794 1864. discípulo de Vogler, y notable pianista desde su más tierna infancia. Su extraordinario talento anunciado en Berlín y Viena con obras de gran estimación, llega en Venecia su apogeo, cuando funde en su ópera Crociato, el espíritu panteista de los pensadores germánicos, y la espiritual dulzura de los poetas italianos. Roberto el Diablo, Los Hugonotes, El Profeta y La Africana, obra póstuma del autor, han deleitado desde su aparición los públicos más inteligentes del mundo civilizado.
Contemporáneo del anterior es el alemán Francisco Schubert, que sólo vive 31 años, hijo de un oscuro maestro de escuela, de vida silenciosa y melancólica, efecto acaso de una pasión comprimida por una alta beldad que recibe sus lecciones, de alma profundamente sensible y genio creador, que aunque en la ópera no alcanza las alturas de los cóndores musicales, sí vuela con libertad por sobre las cimas de la instrumentación y de la melodía religiosa. Músico soñador, cuya fecunda inventiva como la de Gustavo Adolfo Bécquer, produce constantes maravillas, que a otros enriquecen, pero que él no le libran de la miseria. Si entre sus tesoros no dejara más que sus pequeños poemas titulados Lieders, sobre temas de Goethe y de Schiller, y su inmortal Serenata, lenguaje idealizado del más puro sentimentalismo, queja del alma enferma y del amor silencioso, pero vehemente, poesía inefable, como para recitada en apacible noche de luna, al oido de la mujer elegante, apasionada y meditabunda, ellos solos bastarían para perpetuar el nombre del artista predilecto de los salones, como bastó Millet su sencillo cuadro del Angelus, para entrar al templo de la gloria. La muerte unió en el cementerio de Wahring los restos de Schubert, con los de Beethoven, como en vida habían estado sus almas estrechadas por una recíproca y sincera admiración.
Francia se enorgullece de uno de sus más geniales compositores, Fernando Herold, discípulo de Mehul. Después de salir vencedor en un brillante concurso, se traslada a Roma y derrocha su fantasía en multitud de obras célebres, tales como El Muletero, María, y su estupenda ópera Zampa, según se dice, inspirada en el Don Juan de Mozart.
Uno de los engarces de oro más valiosos que hay entre el siglo XVIII y el XIX es el Cisne de Pésaro, Rossini, de pasmosa imaginación y de talento epigramático, que se ha hecho notable por sus incisivas ocurrencias.
Mendelssohn no le mira con buenos ojos: rivalidades del oficio! Hijo de padres pobres, se forma casi por su solo esfuerzo, pero cuando ya es conocido, no le falta el apoyo de altos personajes y de muchas damas de la más ilustre categoría. Venecia, Nápoles, Milán, Ferrara y Roma propagan 2268 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica

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