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Don Agapito Rosales pasiones; cuando me alentaba en mis horas de desfallecimiento y me elseñaba jay! lo penosa que es la ascensión de los que buscan la gloria.
pues en su sendero cual sirtes venenosas se ocultan los ensidiosos, para arrojar la baba de su infamia al paso del que avanza con esfuerzos de titán.
Ausente de ini madre. para 110 convencerme de que realmente me hallab solo, me liacía la ilusión de que aquella viejecita era la que ine había dado el sér; y embriagado con esa mentira, los ratos de nostalgia ne los endulzaba su presencia. Era ella!
Pero de esta vez, ya no entraría en mi cuarto compenetrarmi alma con la suya. Había muerto. Llegó exlalar mi puerta su último aliento. sentí la inmensidad de la tristeza agrandada por la muerte: y sentí. no sé lo que senti: pero me asaltó terrible la sospecha de si aquello era un horrible mincio de que mi madre había muerto sin abrazará su hijo ausente. Para esto sí se hicieron las lágrimas! lloré.
Qué espantoso es llorar por una mujer que no es la madre y que sin saberlo se está llorando la muerte de la madre que se ha dejado sola. lejos, gimniendo por el hijo que partió, y sin que ma alma compasiva llegue decirle: quiero enjogar tus lágrimas!
Más tarde, voiví mi hogar y la impresión inconparable. fuerte, de encontrar mi madre viva, casi compromete mi existencia.
Muy caro cuestan las grandes alegrías.
Daniel Ciresic Un acto de justicia, el pago de un miar los largos, importantes y no inter medio siglo viene prestando este buen pensión que le permita pasar tranquil lencia Pocos hay que sean tan acreedores viejo maestro que constante y desde su tarea ingrata, pero hermosa y útil, de óleo de su propia vida para mantener la hiriendo con el foco de su palabra la tin trando a la niñez incanta inocente, cc de padre el rumbo del deber que para lo de la conciencia en el cuadrante de la ria de los buenos padres de familia en la hogar y en sus relaciones con la socieci virtud y en el honor. Ea esa gestion, de der los hombres que han llegado ergu común y que iniciaron su labor con las umbrales de la vida y de la ciencia, ha er gastado sus energías; natural es, pues, dos el por una deuda de gratitud cada vez que abrimos un libro o tomamo lucha por la vida, no hacemos más que ro con que él nos obsequiara cuando ni justicia, por que se le proporcione el des es necesario para el viejo y noble luchad La labor de los maestros, no bien que cometamos la imperdonable injusticia en los actos en que se manifiesta la gra son menos acreedores ella. Tiempo es de comenzar haciendo justicia un cil por el bien de Costa Rica con desinterés, majaderías que la vanidad humana faci para que abulten y deformen, en provech de la vida.
Madre mia. Para Páginas Ilustradas)
En un tosco sarcofago de piedra Durmiendo está sin que jamás despierte La que me diera el sér, por la que vierte Llanto mi corazón. Nunca la yedra, La humilde planta que en las tumbas medra.
El sepulcro festona en donde inerte Duerme mi inadre el sueño de la 11 uerte, El liondo sueño que al mortal arredra.
Yo he podido olvidarla. no he podido Desterrar su recuerdo. Todavía Vibra su eterno adiós aquí en mi oído.
Si la vida tornaras, madre unía, Al volver a este mundo, del que has lido. Cuantas cosas tan tristes tu diria!
Nanuel Gonzénez Santo Domingo de San Mateo, 2336

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