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Un paro madrigal Si no me iinporta la figura del lo belleza varonil estética, ni aspiro casa con ci lioin bre sabio, ni con el hombre e muy dicliosa con el hombre apasionado la condición más humilde y la clase error estuvo liasta hoy en querer un verdad que nunca pensé en que pudiera riñosos y obreros galantes y obreros bu Halagada por estas consideraciones.
miró menospreciativamente a los hombre te nivel. se recreaba cuando se lralla los cristales del balcón de su gabinete.
trabajaban en una obra de la acera de er bajo, hacia el hogar, bacia su respectivo ba al abrigo de una indulgente techumbr Hacen su nido pensaba Mariana muy junto al cielo, muy junto a Dios.
Imposible: no lograba comprender Mariana que ella, dueña de un coracón tan herinoso y tan tierno. no se le dirigiesen los hombres, como a todas las mujeres, requiriéndola de amores. Por qué, señor, por que. preguntabase solas suspirando la pobrecita. Es que son tan ciegos que no ven que no sólo en la estética está la hermosura. Son tan miopes que no perciben la belleza de las almas?
Siempre el desnudo, la linea, les cautiva: desdeñan los encantos morales, esta belleza interna que de puro grandiosa no se puede retratar. de sus ojos, torcidos y raros, salieron dos lágrimas, cristalina destilación de la amargura de sus emociones.
Había ya cumplido Mariana los veinticinco años: se hallaba en la plena edad joven: un poco más de tiempo sobre su cuerpecito feinenino y empezarían delineírsele las primeras arrugas. Es decir, que estaba pique de llegar a la rejez. habiendo pasado de un salto rápido, acrobático, con los ojos vendados, por encima de la juventud; atravesaba el árido desierto de la vida, sedienta de amores, sin hallar ul oasis de cariño, formando parte de esa triste caravana de criaturas ascéticas que se marchan a la posire de la tiefra sin libar el zumo de besos que tiene la terrena manzana del placer. Pobre nenita. mártir del deseo. Tener que encerrar en el secreto de una 110nogamía desesperante el tesoro de sus ternuras exquisitas. No se confornaba, no: hallábase ya decidida firmísimamente disfrutar de esa misteriosa. inmensa. indescriptible y para ella desconocida felicidad de querer, de ser amada. como tienen derecho a serlo todos los corazones buenos, sensibles y propicios al idilio marital, alegria siprema de la vida, gloria de la tierra, compendio sublime, maravilloso.
gigantesco, de todas las exquisitas alegrías de la materia.
III Observó una tarde, al salir los obrero la cainpana, que un albani, joven, testificaba su nubil varonilidad, se detun cabeza para nirar. Mariana, agradecid bien.
Qué guapo es. dijo al verle partir.
ces de apasionado de bueno.
Se quedó pensativa, recreándose en pensamientos que 2105 son tan gratos, que que tienen perfume, y que los iniramos tra propia frente, como si fuesen escultura Así recordamos el timbre y la armonia de una voz cualquiera, como si dentro de un la mente. Nuestra cabeza es un pequeño de se conservan, momificadas. las enfonías No falto Mariana al balcón la maña obra el albañil. Miró. Saludóle la joven poudió y se quito respetuoso la gorra.
obedeciendo un impulso generoso, se quit pecho y se lo arrojó. E1 albañil lo cogió el bios y lo besó. Luego, modo de condec prendió en la blusa.
Más días transcurrieron y el idilio fue mímica, siempre en silencio. Pero ambos su amor era firme, radiante, exquisito abso Ni el ambicionaba la posición social de Mar belleza del albañil. Uno y otro estaban en idealidad, la espiritualidad, ese angel ince piraba.
IV Una tarde, las cuatro. Mariana, que es tales del balcón, sintió de pronto en la calle 11 Mariana cavilo largo tiempo. de sus reflexiones dedujo en conjunto: bre.
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