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ide un conio o la poca está almas? moraatar.
Syraas, crisi amarTariana e hallaren: un obre su empe las pricir, que gari la o de un ico, con encima esaba el vida. Seliallar ormando caravana que se de la tiede besos nanzana ita, márque en und noel tesoro Si no me importa la figura del hombre: si yo yo anhelo lograr la belleza varonil estética, ni aspiro casarine con el hombre elegante, ni con el hombre sabio, ni con el hombre einente. 110: oh! so me contaría muy dichosa con el hombre apasionado y bueno, aunque perteneciese a la condición más humilde y la clase social más modesta. Quizás mi crror estuvo hasta loy en querer un marido de mi categoría social; en verdad que nunca pensé en que pudiera baber por el mundo obreros ca rifiosos y obreros galantes y obreros buenos.
Halagada por estas consideraciones, Mariana, en lo sucesivo, hasta miró menospreciativamente a los hombres que viven en cierto preferente nivel. se recreaba cuando se hallaba a solas mirando iravés de los cristales del balcón de su gabinete, con ver cómo los albañiles que trabajaban en una obra de la acera de enfrente salíat, después del trabajo hacia el hogar, hacia su respectiva amor que sin duda les esperaba al abrigo de una indulgente techumbre abulardi Hada.
Hacen su nido pensaba Mariana donde lo hacen los pájaros: muy junto al cielo, muy junto a Dios, III Observó una tarde, al salir los obreros de la obra después de tocar la campana, que un albañil, joven, a quien apenas el nacieute bigote testificaba sui nubil varonilidad. se detuvo ante el balcón levantando la cabeza para nirar. Mariana, agradecida, le sonris. El sonrió ta bién. Qué guapo es. dijo al verle partir. Tiene ojos expresivos y dulces de apasionado y de bueno.
Se quedó pensativa, recreándose en su amable visión intental. Hay pensamientos que nos son tan gratos, que hasta parece que se sa borean que tienen perfume. y que los miramos dentro del escaparate de nues.
tra propia frente, como si fuesen esculturas con alma. cuadros con vida.
Así recordamos el timbre y la armonia de ramor. de un sonido, de una voz cualquiera, como si dentro de fonógrafo la guardásemos en la mente. Nuestra cabeza es un pequeño museo antropológico, en don.
de se conservan, momificadas, las eufonías y las percepciones.
No faltó Mariana al balcón la mañana siguiente. Pasó hacia la obra el albañil. Miró. Saludóle la joren con otra sonrisa. Ella corts.
pondió, y se quito respetuoso la gorra. La joven, inconscientemente, obedeciendo un impulso generoso, se quitó un clavel que llevaba en el pecho y se lo arrojó. El albañil lo cogió en el aire. Se lo llevó a los labios y lo besó. Luego, a modo de condecoración, con un alfiler se lo prendio en la usa.
Más días transcurrieron y el idilio fué sucediéndose asi; siempre en mínica, siempre en silencio. Pero ambos estaban consencidos de que su amor era firme, radiante, exquisito, absoluto. Vada lo bastardea ba.
Vi él ambicionala la posición social de Mariana, ni Mariana la varonil belleza del albañil. Uno y otro estaban enamorados de las almuas. La idealidad, la espiritualidad, ese angel incorpóreo invisible, les ins.
piraba.
IV Una tarde, a las cuatro. Mariana, que estaba bordando tras los cristales del balcón, sintió de pronto en la calle viso rumor de muchedumbre.
sitas. ite disesconoci rlo todos egría Tavilloso.
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