C te ed ta al pensamiento mismo. entre todos esos peligros está el más grande, el más horroroso: la guerra, el exterminio, la sangre que hace la tierra estéril, que destruye los sembrados, que envenena el pan del trabajo, que cubre de duelo la ventura del hogar. Se impone desde luego la necesidad de buscar un principio que mantenga en armonía el cuerpo social.
Pongamos nuestro corazón y nuestras energías al servicio de la humanidad; salvémosla de sus odios y rencores, estrechemos sus vínculos de amor y hagámosla feliz: para que así la concordia humana no permita que mañana salga de todos los labios la oración sanguinaria de la miseria.
En las manos está la obra redentora: el trabajo. No el de hoy si es el mismo de ayer, el trabajo de la bestia, porque ese es el trabajo que embrutece; no el del esclavo sobre cuyas espaldas cae el látigo del amo, porque ese es el trabajo que corrompe, no el rutinario infructuoso del hombre que no sabe no quiere luchar, porque ese es el trabajo que da muerte al porvenir. Ha de ser el trabajo justo y honrado, el trabajo que levanta y dignifica; pero el trabajo común, impartido entre todas las clases sociales, el esfuerzo mutuo: cada individuo en su esfera propia, cada colectividad en la fuerza de su unión: y todos, todos, dirigiendo su voluntad hacia el bien, camino de la felicidad humana.
Que el labrador remueva las entrañas de la tierra; que el pensador remueva las entrañas del cielo!
Daniel Ureña e1 a Desde el monte El río turbulento, sin sosiego, va entonando sus églogas extrañas en tanto que la brisa, entre las cañas, deja un susurro que parece un ruego.
Cascada inmensa de carmín y fuego derrama el sol poniente en las montañas; dialoga la arboleda, y las cabañas se alegran con la vuelta del labriego.
Da la tarde, por fin, su despedida: destápanse del carmen las navetas y torna el buey de su labor concluida, 11 la enorme canción, que las carretas entonan al trabajo y la vida, ondula como un himno de trompetas.
Lisimaco Chavarria 350 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.