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e soa que yrirse scual standicho te siCODSacó el primero una arma médica, y dispúsose rasgar el pecho de parte parte: tocaba aquel dia enseñar anatomia del corazón.
Hundióse en la carne el acero, empleó toda su destreza el profesor, y quedó rota aquella urua del sentimiento, aquel sagrario donde tantas veces había oficiado el corazón en el altar sublime del amor.
Ni un estremecimiento material denotó que en aquel cuerpo hubiese vida.
Las arterias rompiéronse, hiciéronse pedazos los nervios; mostróse coagulada la sangre, aguella sangre que tan veloz había huido por las venas, y nila más leve señal bubo de que aquello no fuera un cadáver, un resto humano, abierto como libro ante la ciencia.
El profesor siguió sus exploraciones a través de la materia. Instrumentos extraños trabajaban en aquellas cavidades humanas, donde no hay átomo que no esté sabiamente colocado, ni miembro que no sea complemento del organismo, El despojo no se movía, no contraía un solo misculo. Dejaba rasgar los filos cortantes; los dejaba internarse tras el paralizado corazón.
Al fio, quedó éste la vista con sus vetas de color sangriento. Ahora vamos penetrar en ese mundo en miniatura habló el profesor los discípulos, y vamos a conocer los resortes de la vida. Alora vamos.
Una voz débil, extrabumana, dejó cortado su discurso. Volvieron los discípulos los ojos, y los labios del cadáver se movían, pronunciaban frases dolientes. Ne desgarréis mi corazón dijo el muerto que habla; os lo pido por la mujer a quien améis, por aquella en quien tengáis puesta vuestra alma Hice mi corazón sagrario de ella: sepulcro que encersara, después de muerto, su imagen: cáliz en que guardara su esencia amorosa.
Podéis destrozar todos los miembros de mi cuerpo, saciar vuestra sed de ciencia en mis músculos, estudiar el mecanismo del pensamiento en mi cerebro, ei torrente circulatorio en mis arterias, la arquitectura humana en mis huesos, las sustancias que nutren el cuerpo en mi sangre; pero por su amor os pido, por su amor, que no fué mío ni una sola vez en la vida, que no desgarréis mi corazón.
Mi corazón no me pertenece; pertenece a sua memoria es aliar donde la venero, lápida con que la cubro, ánfora donde la guardo. Vosotros que alguna vez babréis amaclo, sabréis el tormento de no ser correspondido, la desesperación de no ver una amorosa sonrisa, el sufrimiento de no poder besar unos labios.
Yo he devorado todas mis penas, he sufrido todos los rigores de la vida, y el consuelo que queda a mi enerpo después de muerto, es vivir con el corazón aferrado ella, llevándolo con ligaduras fuerte su memoria.
Cesó la voz de otros mundos, juntáronse de nuevo los marchitados labios, y nadie osó punzar en aquel corazón afligido.
Cayeron en el mármol los instrumentos, se borró alguno de los discípulos una lágrima y entre todos cerraron el pecho que escondia la historia amorosa.
parecida a la que va oculta en cada corazón humano.
hudo a ellgalcien2.
eado Palvador Rueda 2373

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