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posa con otras mujeres que las que, por personales de Carlos, se veia en necesid Esto parecia demostrar que Carlos mia mucho más la influencia perniciosa cinico de un amigo. Seguro de su muj por gratitud, rechazaria cualquier indica padiera hacérsele: pero no tenía confian en su temperamento ardiente, por el bien insinuaciones de una amiga fátua, coque ra influir, cambiándole, en el carácter sin Poseedor Carlos le no escasas hac veinte dias, pasar tres o cuatro ausente preocupado su ánimo el más ligero temor Su vida de estudio y tranquila, y en mucha parte su voluntad, que era firme, habían hecho de Carlos un carácter. Pero no significa esto que tuviera un genio intolerante ni mucho menos dominante, no. Discutia siempre con reposo: y hasta en esas ocasiones, inevitables en la juventud, en que se tienen, las más de las yeces por razones nimias, choques violentos o que pueden llegar serlo, jamás Carlos se arrebató: trataba por el contrario y sin perder su calma Serena, de convencer o terciar pacíficamente, llegando todo lo más la contracción facial y la mirada penetrante que significaba en él el límite de la paciencia y de la tolerancia. Sólo en un punto era irreductible. No contemporicaba con las infidelidades conyugales ni en el hombre ni en la mujer, sosteniendo, y con ello no hacía más que reflejar su criterio, que hecho el pacto el contrato entre el varón y la hembra (la fórmula era para Carlos lo de menos: la palabra era lo que valías lo mismo el esposo que la esposa debiat sacrificarse el uno al otro, ahogando y dominando iodo sentimiento que pudiese separarlos. Ya he dicho que no creia en las pasiones; ni las del espíritu ni las de la carne. Así y todo, o quizás por esc. era tan isters muchacho, lo repito; tan bueno que su boudad más que un profundo amor le llevó amparar una joven de humilde posición que perdid sa padre y con el los medios de vida.
Se casó. pues, llevando su ley en el alma y prometiéndose una vida tranquila dedicada al cuidado de su bacienda al lado de su mujer y de los hijos que ésta concediera.
Maria, que así se llamaba la mujer de Carlos, era como él una muchacha muy buena. Sin madre desde que nació y viviendo siempre al cuidado de su padre, que adoraba en ella, no habia aún tenido ocasión de saber nada del mundo, ni sus oidos fueron regalados con otras frases lisoojeras que las de Carlos, cuando meses antes de quedar ella huérfann, vino la casualidad a hacer selo conocer.
Ella si se enamoró con toda la fuerza con que ese sentimiento desfiora el corazón, y ese amor se unió una gratitud pronnan al verse llevada por Carlos al altar, lo que significaba para Maria, además de la satisfacción de su cariño, el término honroso y digtio de una vida de privaciones, que ern la que hasta entonces había conocido.
El alma de María era pura, alsolutamente para, como paro. absolutamente puro, era su cuerpo cuando se lo entregó a su marido. Dins el lecho con yugal fué para Maria utia revelación, porque hasta entonces ignoraba ella como tambien la materia es exigente, y como se apodera del espíritu cando la sangre se enciende y los sentidos mundan. Esa revelación que Maria unió íntimamente con el amor su marido, fré para ella una felicidad, pues creyó que Carlos aguijoncado tambien por las mismas exigencias, jamás había de sentir necesidad de reposo o descanso, tanto más cuanto que adivino con ese instinto femenino que nunca engaña, que Carlos ansiaba verse reproducido.
Maria se prometió si misma la prodigalidad mayor en ese ramo.
Con estos antecedentes, hay que reírse de todos los colores azules y de rosa, de que nos hallan los poetas y norelistas para pintar las sublimidades clel amor, ante los colores purísimos que iluminaix el cielo de Carlos y Maria en el que, ni la más tenne nubecilia obscurecia aquel espléndidio soi de miel: llamarle luba era poco.
Pero las peticiones y concesiones reproductivas labiat quedado limitadas dos niñas muy bonitas, muy fresquitas y muy queriditas de sus papás, los que hacia ya cuatro años, edad de la menor, que habian puesto un compás de espera. voluntario o involuntario, en aquella musica genes aca. Hay que saber que Carlos tenía entonces treinta y cuatro años y solo veintimno saria.
Esta disfrutaba por completo y sin reserva ni limitación alguna de la hol.
gada posición en cue su matrimonio ia habia colocado. Carlos nada le escaseaisa ni uada le negaba concediéndole uba absoluta libertad, sin más excepción que la de admitir o no ciertas relaciones de amistad, ramo de la vida social en el que Carlos tenía sus reservas y prevenciones. Pero sépase que esas reservas y prevenciones se referían más las relaciones que pudiera adquirir su es2:38 PAISA duraute esas ausencias ni, mittcho menos, ser burlado, Alora debo decir que todo esto y lo importancia de la isla de Cuba. Cr)

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