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cuantos, desvanecidos por la fortuna, llegan perder todo afecto humanitario y se convierten en verdaderos casos morbosos por el embotamiento de su sensibilidad.
En otros tiempos era, y lo es aún en muchos países, un héroe militar, un Napoleón, un Moltke, el que friamente sacrificaba millares de vidas en aras de su ambición de sus proyectos de conquista; hoy es el industrial poderoso, el hombre de negocios, el gran financiero, quien sacrifica millares de seres humanos, lanzándolos a la desesperación y la ruina, para levantar sobre sus despojos la fábrica de sus inmensas riquezas.
Trátase, pues, de un nuevo tipo humano, muy diferente del que, en sus tiempos, pintaron Le Sage, Balzac, Dickens, Augier y aun el mismo Emilio Zola. Esos millonarios yanquis que saca la escena Upton Sinclair son cosa nueva; su estudio ha dado lugar una literatura que los norte americanos llaman de exposición y viene ser como la revelación de los tremendos crímenes que contra la sociedad se perpetran en las más elevadas esferas del mundo de los negocios: así la baja de los valores ferroviarios, los escándalos de Chicago, las inmensas mal.
versaciones de capitales de las compañías de seguros sobre la vida, la ruina de las pequeñas industrias por el monopolio, etc.
Cabe, sin embargo, Upton Sinclair el honorde haber inaugurado este nuevo género, pues si bien El Caudilo de la Industria apareció con posterioridad las más celebradas novelas de exposición, y aun la que el mismo autor escribió sobre las infamias de los fabricantes de embutidos y conservas de Chicago, motivando con ella la información mandada practicar por el presidente Roosevelt. la obra fué escrita con anterioridad, y no se publicó porque, la sazón, manifestaron los editores que era impubltcable, a causa de lo audaz de las pinturas y la trascendencia de la revelaciones sobre los agios financieros.
El peligro estaba en que la forma literaria no quedase relegada segundo término, ahogada por la fuerza de la narración; más precisamente ahi estriba el principal mérito de la novela, escrita con un vigor, un humorismo, aunque muy amargo. y una conciencia artística que producen verdadera admiración. El relato es un modelo de concisa exactitud, hasta el punto de recordar Próspero Merimée. Nada hay que huelgue en cuanto dice el autor, y pocas palabras le bastan para producir la impresión que pretende. El carácter de los personajes resulta, no de lo minucioso del análisis, sino de sus frases y de sus hechos; las descripciones son rápidas, pero están escogidos de tal manera los rasgos determinantes, que no es menester más para que el lector se dé cuenta del lugar de los sucesos y del aspecto de la escena.
La vida del millonario, héroe de la nove.
la, está trazada etapa por etapa, como si se tratara de la trayectoria que recorre desde su niñez hasta el punto lógico y fatal de su muerte. pesar de que los personajes pertenecen al mundo de los negocios, el argumento de al obra excede en fuerza dramática la más patética invención de los novelistas europeos; las crisis, en plena sociedad metalizada, no ceden en horror trágico a las más formidables catástrofes del teatro griego, y es de ver cómo el Hado de los antiguos tiempos clásicos se deja sentir con igual inexorable fatalidad en el seno de la más moderna de las civilizaciones, Trátase, en suma, como verá plenamente confirmado el lector, de un libro enteramente nuevo por su asunto, por su factura, por sus condicines literarias, su inspiración y tendencias, lo cual hay que añadir.
si bien holgaría casi el decirlo tratándose de una producción norte americana, que en nada ofende los más delicados sentimientos, habiendo el autor logrado decir cuanto quería sin necesidad de insistir, ni aun siquiera de enunciarlo; tal es la lógica de los sucesos y la habilidad con que los va presentando el novelista.
Con esta advertencia de lo que es la llamada novela de exposición, queda demostrado que hay un campo inmenso sin explorar todavia, siendo, precisamente, el más fértil en los actuales tiempos y aquel en donde se libran hoy las más terribles batallas, no por incruentas, menos mortiferas que las que siembran el estrago cañonazos.
Era ya hora de salir de los eternos temas de la novela tradicional europea y preocuparse de los conflictos que trae aparejados la lucha por la vida, y aun mejor diríamos, el pugilato por el oro. La iniciativa ha partido de los Estados Unidos, pero en mayor menor escala se repite el caso en todas las naciones civilizadas, y, en consecuencia, ofrece El Caudillo de la Industria idéntico interés en América que en Europa.
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