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Como se rompe un nudo (Continuación)
Narración histórica IV sin más palabras se dirigieron al despacho de Manuel en el que halla ron las tres personas por este indicadas.
Sin saludar siquiera, Carlos habló así. Señores ni amigo Manuel me aseguró ayer que mi esposa era adúltera le exigi las pruebas y ofreció dármelas. Acaba de decirme que ahí enfrente, en mi casa, está un hombre usurpando mi sitio y envileciendo mi hogar. Vamos a ver si es cierto, Mudos de asombro se quedaron todos. Sólo el Dr. se decidió decir. Seria bueno, don Carlos, que antes de exigir de nosotros lo que usted exige y de obligarnos presenciar una escena que no sé cómo calificar, Fot. Mora Vapor Canadá de la Compañía Trasatlántica Francesa les. Es perfectamente inútil que aconseje ni que trate de hacerme desistir. Manuel no puede volverse atrás: le va en ello la vida. Si ahora, enterados por mí de lo que deseo, ustedes se niegan, iré en busca de cualquiera otro, de la autoridad, del que sea: pero me quedará el derecho, al verme desairado en tan grave asunto, de poner en duda el honor de ustedes y de llamar Alto! exclamaron todos un tiempo, no profiera usted la palabra: le seguimos y sea de usted por entero la responsabilidad y sus consecuencias.
Atravesaron la calle y sacando Carlos un llavín de su bolsillo, abrió, sin el menor ruido, la puerta de su casa que dió paso a todos.
Encaminose al dormitorio de su mujer, que era también el suyo y, sólo ante la puerta, volviose los que le acompañaban, diciendo: Señores: un sentimiento de delicadeza, que ustedes comprenderán, me obliga suplicarles que me permitan entrar solo en esa habitación. Mi esposa 2461

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