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Al montar Carlos vió apoyado en el quicio de la puerta Pacho, al que dirigió una significativa mirada, Salió el jinete y al ir penetrar en el platanar, un grito ahogado, pero que entró hasta lo más profundo de su corazón, llególe los oídos. Volvió la cabeza, y hacia él descompuesto y terrible corría Pacho. Carlos detuvo el caballo, desarzonó la carabina y sin temblarle el pulso hizo fuego estrellando una bala en la frente del chino que acabó con él.
Corrió hacia Maria, con el arrepentimiento en el alma, acaso, y con la esperanza de que Pacho no hubiera sido todo lo certero que el mismo le encargara. Sus hijas mudas de terror estaban arrodilladas junto al cuerpo de su madre; llegó él Carlos, cogió aquella cabeza que tanto hubo acariciado y en cuya frente creía ver aún las huellas de su último beso: quiso gritar, pero la voz no acudió a su garganta: la ahogó la congoja de ver abiertos, terriblemente abiertos aquellos ojos negros que hacía diez años él había cerrado con un gesto y que no se atrevía entonces cerrar con sus dedos.
César Nieto (Concluirá)
Rima galante En el album de la señorita Manuela Arosemena Panamá El hada benéfica que alumbró tus sueños con la casta lumbre de auroras radiosas, puso a tu belleza todos los empeños en la alegoría de lincas hermosas.
Plegó ante tus negros ojos halagüeños la visión dormida de las blancas rosas, y urdió un velo mágico de tintes risueños para las caricias más voluptuosas tu alma es un lirio puro que destella el albor tranquilo de las bendiciones la luz lejana de una blanca estrella Para tus sonrisas y tus ilusiones hay un homenaje que tus triunfos sella: el gemido eterno de los corazones.
Manuel Consuegra 2466

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