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Discurso סרון bio nos cos zás pás el esc hor Es SEL ner con hij que hon los tan ting pue es a toca mer cual cont que ante del ces Leido por José MARÍA ZELEDón en el acto de inaugurarse la Biblioteca Popular de Grecia en la noche del 30 de junio de 1907.
Labor ardua y fecunda es la que habéis venido realizando en silencio.
Nadie creyera al ver la sencillez de vuestra pequeña vida social, que vuestro empeño hubiera removido tan hondamente el campo de la educación del pueblo. Una asociacion como ésta en cuyo seno vive un tesoro de intelectualidad que ha de alimentar y de robustecer muchas inteligencias, da una señal de esperanza que he venido saludar con regocijo.
La serie de dificultades que habéis tenido que vencer para llegar hasta aquí, desfila ahora ante mis ojos como una procesión interminable de montes encorvados bajo el rayo quemante del sol. Me hago cargo de vuestras luchas.
Comprendo los desalientos que habréis debido sentir en el camino, y el cansancio de esos anocheceres silenciosos en que vela sus resplandores la ilusión tras las sombras que extiende el desencanto. También siento las auroras de vuestras nuevas esperanzas, y os veo avanzando resueltamente hacia adelante. Entonces siento envidia del impulso perseverante que mueve vuestro paso. Entonces siento por vosotros todo el cariño fraternal que he venido demostraros en este acto. Porque la tenacidad en el trabajo será siempre una de las más altas virtudes del esfuerzo humano.
La sociedad de conferencias que habéis venido llevando de victoria en victoria, de progreso en progreso, alcanza hoy el más preclaro de sus triunfos: la inauguración de esta biblioteca, hogar de inteligencia abierto los trabajadores que tienen derecho al cultivo de su entendimiento.
Vuestra obra tiene todos los épicos alientos de una conquista y todas las tiernas delicadezas de una dulce armonía. Habéis comprendido una necesidad y la remediáis de tan bella manera, que al dar los menesterosos el pan intelectual que no tenían, ies evitáis la humillación de la limosva invitándolos compartir con vosotros el sabroso festín de vuestros libros.
Habéis sabido interpretar el alma de una idea que mira con desdén, que no mira, la general indiferencia, y os habéis dicho: nuestros trabajadores nunca leen. Si acaso, en los contados ratos que les dejan libres los afanes diarios, se atiborran de insulsas novelillas amorosas de la gacetilla de los diarios que da abundante pasto a sus tendencias maldicientes.
Los libros serios, donde algún pensamiento filosófico extiende sus valientes conclusiones, donde el arte desborda sus fuentes de ternura, les son desconocidos. Las obras de estudio. campos fecundos de eterna producción por donde podría ir su espíritu trabajado por el tedio espigueando en los trigales del conocimiento sano y útil. casi nunca han sentido la franca, la tosca caricia de sus manos. esta es una de las causas determinantes de su infelicidad intelectuai.
Pasó ya, dichosamente, para no volver jamás, la oscura época en que vivieron y crecieron robustos los prejuicios que circunscribían la ilustración y radicaban el talento en las llamadas clases altas; en que la ciencia era guardada en area misteriosa, impenetrable la mirada enbrutecida de las multitudes que conformaban su innata aspiración al irritante yugo de una sabiduría providencial, concedida únicamente a la casta olímpica de los iluminados.
Hoy ya tocios saben que la fuente del saber está en la tierra, y que la tierra está hecha para todos los hombres que aspiren poseerla. Desde que la libertad del pensamiento hizo su aurora, tras la noche de largos siglos de barbarie, la gran Naturaleza abrió sus libros: y desde entonces, todo en derredor del hombre conspira su ennoblecimiento por medio de la enseñanza natural. La ciencia de la Naturaleza nos invita beberla, tan pura y cristalina se presenta, ya en las manifestaciones de la vegetación inacabable, ya en la plácida languidez en que mueren sus tardes, ora en la exposición de sus altivos 2468 mo ense pon!
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    FranceJosé María Zeledón
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