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Como se rompe un nudo (Conclusión)
Narración histórica VII Al terminar, era la voz del narrador temblona y velada. Una emoción que en vano trataba de disimular le embargaba, y esa emoción, visible perfectamente para los oyentes, hizo que ninguno de ellos interrumpiese el silencio que siguió la terminación del relato. Sólo, después de una pausa bastante prolongada, el más joven siempre el más joven y por lo tanto más vehemente o menos reflexivo, dijo. No quisiera ofender la memoria de nadie, si es que, como usted nos asegura, se trata de un hecho positivo y real: pero no puedo menos de declarar.
San José. Vista en el Parque Central que no acepto, antes condeno abiertamente el proceder de Carlos. No es humano: está fuera de la realidad. Si en el acto de sorprender María hubiese muerto ésta á ambos amantes, habría sido lógico: hubiera sido propio, y más noble de contado. Pero esperar diez años y obrar tan miserable y cobardemente como obró, es demostración palpable de un alma ruin, vengativa, baja y miserable: no justiciera. por qué no arguyó el narrador. un alma más elevada y más serena que las vulgares. Acepta usted, y aceptan todos el derecho del marido condenar y castigar a su mujer por adúltera? Tiene razón la sociedad y la ley al considerar como legalmente indisoluble el matrimonio? Si es así, y asi de be ser mientras persistan las creencias, las tradiciones, y las costumbres que hoy nos rodean, fijese usted. y fíjense todos en que la muerte de uno o de ambos amantes en el preciso momento de ser sorprendidos, era el escándalo, era el ludibrio del nombre de Carlos y el deshonor para sus hijas. Era, además, el lanzamiento al público de un manjar tan apetitoso como es la honra y el decoro ajenos: era el comparecer ante un tribunal al que se habían de dar íntimos y repugnantes detalles: era, por fin, la muerte moral y social de Carlos inocente, de Carlos digno, de Carlos cumplidor exactísimo de sus deberes de padre y esposo.
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