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Viendo pasar la vida En la Avenida Central tembl de llei parecí niño lo bulan ción, de mal se ind vuelva La lo la ley.
Pectác para. biles, cer llo La noche era tibia. Multitud de personas recorría las principales calles de la ciudad, y sobre todo la destinada a las grandes tiendas unas haciendo compras y otras curiosas mirando las ventanas, pues casi todas exhibían las últimas novedades del Arte.
Una especie de alegría general se notaba en los semblantes de las muchachas y muchachos de sociedad: la noche siguiente se iba a efectuar un suntuoso matrimonio, en cuya fiesta se bailaría. y de ahí el contento y las sonrisas atravesadas entre damas y caballeros, como promesas de futuros momentos de felicidad.
Contemplábamos aquel ir y venir, comentando las curiosidades que cada instante nos ofrece la vida, cuando de pronto vimos que el tranvía se detuvo.
De él salió una elegante pareja, que pasó frente nosotros risue.
ña y contenta. Luego que saludamos, alguien dijo: Qué felices. no es verdad. y los seguimos con la mirada.
Cuando aquel joven matrimonio pasaba por la primera ventana de la tienda de Romero, que lucía con exquisita gracia un mundo de objetos de arte, ella, con alegría y reteniendo al marido, exclamo. Mira cuánto primor. Sí, pero sigamos, tenemos que llegar. agregó con indiferencia.
La dama obedeció, mirando de soslayo aquella provocadora ven.
tana, como queriendo adivinar lo expuesto, que tantos goces le loubiera proporcionado.
Muy en seguida observamos que se detuvieron; pasamos frente a ellos, y oli, Dios Aquella criatura dócil. bella y espiritual, con.
templaba, obligada por su marido, sa béis que. Una ventana muy bien arreglada por cierto, que exponía mantillones bordados, espuelas de plata, polainas de charol, frenos y cabezadas, foetes. y qué más. Nos volvimos ver unos y otros y observé en mis compañeros un gesto de indignación. mientras aquel joven gozaba y su gozo y admiración lo comunicaba con entusiasmo a su bella señora, ella sonreía bondadosamente. y la admiramos una vez más por su prudencia en la contrariedad.
Cómo pasarían rápidos los pensamientos por aquella cabecita.
que encerraba tantos estudios y ensueños, frente aquella exposición!
Pero ella sonreía y su sonrisa la delataba: algo nos delata nues.
tros estados de ánimo y aquella sonrisa era un enigma. Serán felices. pregunté mis compañeros, una vez alejados.
Ninguno contestó. quizá para no desvanecer aquella sonrisa enigmática que nos impresionó y que tanto nos hizo pensar.
ce suf pensé ley, nante Junio de 1907.
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