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muy de su nente: su mano y por la mía llevaban del uno hacia el otro, el perfume de un sentimiento que mi vanidad creia amor y que mi escepticismo llamaba curiosidad, Muy a menudo hablábamos del arte, campo en donde nuestras ideas concordaban perfectamente para ella y para mí la música era la más bella de las manifestaciones artísticas. Muchas veces, junto al piano, después de haberme hecho gustar las melodías llenas de encanto de sus compositores favoritos, me decía con ingenuidad Cuando ejecuto un trozo de música, bello como el que ha oído, me siento otra, es decir, me siento la Eleonora de mis sueños, original, toda cariño y toda ternura. al decir esto suspiraba, suspiraba profundamente pensando tal vez en sus afectos presentes y en sus afectos futuros: en sus padres y en su hermana; en su marido y en sus hijos.
Cuando acariciaba un niño me parecía no conocerla: era una mujer hecha de caricias, su voz se volvía más dulce, sus miradas eran más tiernas, sus sonrisas llegaban darme la visión de lo verdaderamente delicado. Un pintor decía de ella: cuando tuviera necesidad de representar la inocencia de la alegria primaveril, seria elle mi modelo.
Tenía una cara de niña ingenua y un cuerpo delgado, muy flexible, sin curvas atrevidas, sin nada provocante. Llevaba, al caminar, la cabeza un poco inclinada hacia la derecha y, en invierno, le agradaba ocultar la parte inferior del rostro con el manguito en una posición de coquetería adorable. Hablaba con un cierto acento de cansancio que, con la melancolía de sus ojos, parecía recordar una desilución anterior, talvez un amor no correspondido, cuando era aún muy niña, cuando sus padres ejercían sobre ella una tiranía ilimitada.
itia de ita me des, ir en sus hasta regay que lendo; los los cente proCe sindado a terna saLirigió 10. ojos dije Le haalguTella maliAquella tarde subíamos juntos el Monte de la Guardia. Delante de nos otros iban su hermana, Marcela, y su prima, Hortensia, dos simpáticas señoritas quienes, conversando con animación, se decían sus secretos de oro: la última visita del prometido el elogio ganado en una lección de la Universidad, Detrás venian sus padres, dos amables personas las cuales, de cuando en cuando, iban despertando, en su memoria, recuerdos de tiempos que fueron y que no volverán; su juventud, su noviazgo y sus primeros paseos idílicos por aquellas mismas colinas.
Mientras seguiamos el largo pórtico por el cual se llega al templo que se alza majestuoso en la cumbre del monte, Eleonora miraba el paisaje, deseando, tal vez, conocer la impresión que en mi causaban aquellos sitios tan diferentes y tan lejanos de los que mis ojos infantiles se acostumbraron contemplar.
No es cierto que es muy bello todo lo que vemos en este momento? me dijo después de un largo silencio, Es muy hermoso le contesté con premura. pero, no se por qué me gustan más los paisajes costarricenses. Son más bellos aún? nosotros, los hijos del trópico, no nos llaman la atención esos paisajes femeninos en donde abundan la palidez en los colores y la regularidad en los contornos. No nos entusiasman esas vistas en donde resaltan árboles pequeños, poco frondosos, que parece que sufren el peso de una vejez prematura. Nos encantan la fuerza en la vegetación y los colores subidos de un cielo siempre azul y de unas montañas siempre verdes; nos ag cada contemplar las líneas atrevidas de las cordilleras americanas y las ondulaciones graciosas de los rios que se deslizan por todas aquellas regiones encantadas. Somos adoradores de la virilidad que se muestra hasta en la naturaleza, por lo tanto, no le extrañe, señorita, que veamos así, sin entusiasmo, los hermosos paisajes que ustedes tanto agradan. sin embargo me replicó ella, si un italiano va América, la América tropical, suspira siempre por la naturaleza de su Italia adorada.
Mal de patria solamente. Nosotros los italianos con nuestra suavidad en todo, no podríamos apreciar las bellezas de los paisajes americanos porque nos gusta la timidez hasta en los matices, hasta en las líneas: un ejemplo sencillo lo tenemos en nuestra mú ΠΟ Eleo5 deido aqueropiñera avoentos una por 2493
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