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sica, tierna, suave y sencilla. Lo comprenderá usted mejor añadió sonriendo cuando se lleve una italianita como compañera en las luchas de la existencia: muy menudo la oirá expresar el deseo ardiente de contemplar los alrededores boloneses en los cuales resaltan árboles pequeños, poco frondosos, que parece que sufren el peso de una vejez prematura, como me acaba de decir; sus.
pirará por la palidez en los colores del cielo y por la regularidad de esas colinas que ahora contemplamos. Sabe que, desde ahora me causa compasión esa pobre bolonesa que allá, lejos, no volverá ver el majestuoso espectáculo de la nieve que cae sobre las torres numerosas de su ciudad natal? propósito dijo sin detenerse tiene usted novia aquí o es siempre fiel la que dejó en su patria?
Le dije que allá no había un cerebro femenino que pensase amorosamente en mi; que no tenía en mi patria otros afectos que el de mi familia y el de unos pocos amigos; que en Bolonia había encontrado una simpática señorita la cual hacia la corte timidamente, temeroso de disgustarla. Por qué? me preguntó enseguida.
No cree usted, como yo, que se deba cortejar una señorita discretamente, sin que nadie lo note, sin que lenguas extrañas se ocupen de lo que uno hace? ella, lo sabe. No lo creo, señorita. entonces. replicó extrañada.
Ella lo comprenderá con el tiempo. Deja al tiempo lo que. se interrumpió para preguntarme con un acento travieso. no podría ser que esa señorita. ella. se haya dado cuenta ya de lo que sucede. Lo cree usted? le pregunté interesado, dejando comprender la alegria que me causaba aquella suposición.
No quiso contestarme. Me miró tranquilamente, en sus labios apareció una sonrisa encantadora, luego, fingiendo contemplar el paisaje, me preguntó: usted no hace lo posible para hacerla comprender sus sentimientos?
Si. le he dedicado mi última poesía. La que me leyó anoche?
Precisamente. en ella, como usted lo habrá visto, le hablo de mi adoración secreta, le hago comprender que es ella mi ídolo.
Con un acento que nunca había oído en su voz, me dijo: claración. léale la poesía, con dulzura, como me la leyó mí, haga resaltar Lo he encontrado el sí, el medio para que usted le haga su decon su voz los sentimientos delicados que hay en aquellos versos y. después, mientras ella saborea tanta ternura, pidale humildemente el permiso para poner su nombre al frente de esa composición. Ella, si es inteligente, lo comprenderá todo, todo, sin que usted se haya visto obligado decirselo. No es buena mi idea? terminó sonriendo.
La miré un instante, ella me miró tambien fijamente: aquella mirada me concedió la energia que necesitaba; en un arranque de sinceridad le dije mi amor por ella, cómo había nacido, cómo había ido aumentando cada vez más sin que me fuera posible impedirlo, cómo me había atrevido dedicarle aquella poesi donde mi alma se mostraba tal cual era: orosa, llena de adoración hacia ella, mi musa, el consuelo único que había encontrado en mis horas de tristeza, Me dejó hablar hasta el fin, de vez en cuando me miraba con temor: también ella me amaba, pero a su amor algo se oponía, algo que ella consideraba poderoso y al cual, en mi egoísmo, nunca había pensado.
Cuando terminé mi confesión, Eleonora se detuvo un momento, suspiro repetidas veces, luego, con voz temblorosa me dijo: Lo había comprendido, sí, lo había comprendido. Si hoy he querido que su sinceridad me lo dijera todo ha sido porque lo creía necesario, porque creía necesaria, entre nosotros, una explicación. Piense, Alberto, piense en nuestro caso, no es un caso común. Usted debe volver su patria, allá lo esperan sus padres, sus hermanos, sus amigos; allá no volverá acordarse de 494

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