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La Dicha de los Hijos Iba morir y se inclinaba sobre la cama donde dormía su hijo.
Demasiado sabía que aquella noche era la última de su existencia: la enfermedad que ha tiempo minaba su cuerpo, iba a descargar el pos.
trer golpe, y el socavado muro se derrumbaría. la moribunda madre, contemplando al niño, plácidamente dormido, pensaba. Se acorda rá de euí. Se acordará de mí. repetía la desdichada, sintiendo más que la muerte cierta, el olvido probable.
Alzó la cabeza y vio al otro lado de la cuma un tenue resplandor, después unas alas que se plegaban; después unos ojos luminosos clavados en los suyos. oyó una voz dulcísima que decía: Soy el ángel que, por mandato del Señor guío las madres que se mueren, camino al cielo.
Vengo en tu busca. Estás pronta?
Déjame que le contemple unos instantes más respondió la madre. mira qué hermoso es y cómo se sonríe.
El ángel inclinó la cabeza y murmuro. Es hermoso para que la madre, en la muerte, goce tal dulzura. Hijo mío. exclamó la desdichada. Qué hallarás sin mí en la vida. La felicidad. La desgracia?
Tú puedes concederle la una o la otra respondió el ángel; el Señor te lo permite. La dicha. grito la madre Oye, mujer respondió el ángel bajando tristemente la cabeza. si tu hijo alcanza en la vida la felicidad que sueñas, halagado por los placeres, deslumbrado por las glorias, lleno su corazón de cariños y venturas, se olvidará de tí. Tu nombre no temblará en sus labios, ni tu recuerdo llenará de lágrimas sus ojos. Ay. dijo entonces la madre, sintiendo por primera vez la muerte. Pero si tu hijo es desgraciado, cada nueva pena surgirá más viva tu imagen en su espíritu. Te confiará, como si vivieses, todos sus dolores; te contará, en las noches de insomnio, todas sus amarguras.
No, no habrás muerto para él: porque con los ojos llenos de lágrimas te verá siempre en todas partes, mientras murmuren sus labios madre mía!
imadre mía!
Dijo el ángel con un silencio augusto durante el cual hasta se apagó la sonrisa del niño.
Después la madre se fué inclinando sobre la cuna: y posó al fin los exangües labios en la frente de su hijo.
Fue el beso de una tierna despedida.
Alzó de nuevo la cabeza y dijo con voz firme, ciara y vibrante: Que seas dichoso! mientras como anuncio de su final destino, una alegre sonrisa plegaba los labios del niño dormido, la madre y el ángel se alejaban sollozando camino del Cielo.
Tosé Roque 2504

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