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Salón don Ateneo stero Salormo nge, Erdo aron Ha quedado por fin definitivamente constituído el Ateneo de Costa Rica, no sin esperanza de que esa novel institución llegue arraigar hondamente, como un árbol frondoso, en el suelo empedernido de nuestras costumbres intelectuales y aun adquirir auge prestigio como elemento de cultura social. Sí, el Ateneo de Costa Rica puede venir ser entre nosotros árbol que fecunde con sus hojas. las ideas. caídas en inagotables otoños, la simiente ignorada de la Verdad. esta simiente generosa que, para surgir y florecer, pide mucho espacio, mucho aire y inucho sol. Hace ya bastante tiempo, quizás unos doce quince años.
se hizo aquí una tentativa para fundar un Ateneo: la tentativa fracasó tristemente. Tal vez el estado medio de la cultura no hacía sentir aún en aquella sazón la necesidad de un centro en donde se efectuara el intercambio activo de ideas que de todos los horizontes en purificadoras bocanadas traen los vientos de la civilización. La idea lia tenido a hora más fortuna que aquella vez; casi todos los intelectuales del país la lian acogido con simpatía, y un grupo bastante numeroso, cuya cabeza figura el Doctor Zambrana, siempre como el conductor más autorizado, más seguro y más querido para los que aquí solemos hacer excursiones por las tierras del arte, ha tomado parte activa en las diligencias de constitución y organización. El Jefe del Estado, que, como nadie ignora, es también un intelectual de vasta cultura, ha ofrecido, por su parte, proporcionar al Ateneo una instalación modesta, pero decorosa, y es inútil decir que esta longanimidad constituye el todo para la vida de una institución que carece de recursos y que si, por un lado, toca en lo poético, no podría, así y todo, celebrar sus reuniones bajo la estre.
llada cúpula que sobre nuestras cabezas tiende el azul. Pero no imaginéis que el proyecto se ha deslizado, como si dijéramos, sobre una balsa de aceite, hasta arribar al punto de realización en que hoy felizmente lo vemos. que también ha debido sacar a la indiferecia de la torre de nieve en que ella acostumbra encerrarse. Pero lo más meritorio de este esfuerzo por un ideal superior de cultura es no haber retrocedido ante las vayas y cuchufletas con que los hombres de fuste dieron en zaherir los que por su realización trabajamos; para estos tales es sencillamente ridículo todo lo que no sea sacar la tripa de mal año. Hola. me decía hace poco uno de ellos en tono de zumba: Zá cómo se cotizan en el mercado las acciones del Ateneo. Te felicito. agregaba otro chusco: al fin de tanto fregarle has dado con un negocio que te sacará de pobrezas. Estos son los bárbaros de que, con gracejo picante, habla don Miguel de Unamuno. Entre nosotros, estos son los hombres de peso, los mismos que, no embargante su pesadez, saben escalar con agilidad gatuna las posiciones en otra partes inaccesibles un archipámpano.
Pues, sí: el Ateneo. ha salido triunfante hasta de la rechifla con que, entre dientes, los guasones lo han saludado. Por lo demás, en el Ateneo de Costa Rica tenéis primeramente a todos los hombres que con su cacumen, su saber su arte están en aptitud de contribuir al desarrollo de la cultura casera: sus nombres formarán como una constelación en la portada del Ateneo; detrás, en la penumbra, estaremos los que en éxtasis silencioso amamos el arte, los que recibimos con humildad, cual conviene nuestra indigencia, la parte de fruto con que, como buen hermano, generosamente nos brinda el cultivador de la ciencia.
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