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Cuando, después de la noche de la barbarie, Florencia empezó a despertar en la memoria del mundo el griego que había olvidado, según la frase de Renán: cuando resucitó en Italia el gusto antiguo; cuando se evocó en ella, con magia irresistible, el sentimiento de lo bello; cuando el arte impe.
ró de nuevo; cuando, en conjunción maravillosa, Italia tuvo lo grandioso en el Bramante, por encima de lo grandioso tuvo lo sublime en Miguel Angel, por encima de lo sublime tuvo lo ideal en Rafael; cuando escultores, pintores, grabadores, cinceladores, arquitectos, formaban como una legión, que con sus pinceles, con sus buriles, sus escoplos, sus martillos, parecían dispuestos forjar de nuevo la tierra, amasando entre sus fuertes dedos el hierro y el mármol de sus entrañas durísimas, fundiendo los metales al calor de sus inspiraciones, poniendo en ellos y en las piedras, con reflejo perenne, el resplandor de sus ileas; cuando Buonaroti lanzaba, sobre las bóvedas de la Sixtina, aquel poema de la pintura, resumen inmortal de las más grandes concepciones religiosas; cuando Sancio imprimía en la mirada de sus madonnas el secreto de lo infinito, la intimidad con el misterio; cuando Benvenuto realizaba en un botón de chapa en el borde de una ánfora el ensueño de su musa; cuando Petrarca en sus sonetos peregrinos, canciones de ángel enamorado, Tasso en las estrofas broncíneas de su Jerusalén, Ariosto en sus delirios caballerescos de incomparable melodía, Dante enceriando en lengua singular, chispeante y armoniosa la vez, can lente y musical, toda la metafísica del catolicismo y toda su mitología, haciendo sonar la flauta cristalina del amor humano, lo mismo entre las llamas del infierno que entre los arrobamientos del cielo, y convirtiéndolo en el serafín más hermoso de todos los de la leyenda; en aquellas cadencias, en aquellos ritmos, en aquellas orgías de estética, en aquellas medallas, en aquellos bustos, en aquellas liras. sabéis lo que se encerraba? znotáis lo que se inspiraba allí?
pues, primero vendrán Vico y Maquiavelo, y después Campanella, Giordano y Bruno y Galileo, hasta que, más tarde, detrás como de una columna de fuego, del pensamiento de Massini, detrás, como de la espada de un arcángel, del acero de Garibaldi, vengan, como los caballeros tempestuosos del Apocalipsis, aquellas falanges de héroes y de políticos, que en batallas inolvidables, en lidia de púgiles que guardarán las perpectivas de la historia, con la inspiración de sus tradiciones, con el respeto y la simpatía del mundo, por sus grandes artistas como por sus grandes pensadores conquistados, con ese apoyo tanto como con su esfuerzo, rehagan la Italia soberana, independiente y libre que, con serlo, y con haberlo sido tanto precio, luce sobre la corona de sus monarcas el laurel frondosísimo de sus Rafaeles y sus Correggios, de sus Dantes y Leopardis, de sus Rossinis y sus Verdis; que nada vale, nada siquiera se asemeja al brillo que dejan en la historia de los pueblos, las grandes ideas que pasaron por su mente, las grandes inspiraciones que hicieron de su genio algo como luminoso faro que alumbra la humana especie en el mar, proceloso siempre, y veces turbio y encenegado de la vida.
La Francia, la Inglaterra, la Alemania: qué mágicas evocaciones producen en la historia del mundo esos tres nombres ¡Descartes, Bacon, Kant, Víctor Hugo, Shakespeare, Goethe. no hay una provincia del pensamiento, no hay una región de la vida en que cualquiera de esas tres grandes nacio2526
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