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muy flébil. muy sentido. muy doliente!
y después de salvar el precipicio, velado por montañas, llegaron al teatro del suplicio y un hombre sin entrañas, de miradas muy ásperas y foscas, introdujo la yunta al edificio, hogar de hambrientos cárabos y moscas.
Insensible, sañudo y altanero, el verdugo fatal del matadero maniata un buey de aquellos y lo tumba, con tal atrevimiento, que al golpe del cornigero retumba y tiembla el pavimento el manso buey aviva la pupila en busca del por qué de aquel tormento, y ondulan en el aire sus bramidos suplicantes, modo de quejidos.
Mientras el rudo matador afila el bárbaro puñal que centellea, bañado por el sol de la mañana, temblando la otra víctima olfatea la sangre que gotea del gancho de metal de una romana.
Intérnale la daga aquel verdugo al rey de las faenas, maniatado, y esponjase la herida y retiembla aquel hércules del yugo, atleta del trapiche y del arado, y y saltan de su arteria enrojecida, dos chorros carmesíes que brillan como líquidos rubies: sus ojos languidecen despidiendo fulgencias opalinas, y agoniza. Sus carnes estremecen y hay quejas de dolor en sus retinas!
Aquellos dos amigos de faenas, amigos en la luchas y la suerte, amigos en las hambres y las penas, el descanso le compran la muerte con la sangre viviente de sus venas!
Las fatigas, la sed y los calores, y los fríos terribles siempre huraños, unidos bajo el yugo, en los alcores, los vieron al correr de luengos años; por eso en sus pupilas, siempre abiertas, ilevaron tintes de las cosas muertas!
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