Guardar

Florencia, la hija de Italia, predilecta del genio de la Grecia, ciudad pequeña, que atrae al turista contemporáneo su valle risueño del Apenino y allí lo detiene como en fragante canastilla de flores. Florencia respira aun su vida intensa del Renacimiento, y la pintura que un exquisito artista nos regala de ella confirma nuestra visión personal profunda indeleble. Cuántas veces, dice, frente al cuadro en que la naturaleza y la obra de los hombres se armonizan de modo tan perfecto he pensado en esas palabras que el sentimiento estético de los viejos italianos han fundido por decirlo así, en una expresión única: Soave Austero. Sí, suavidad y austeridad, la grandeza severa penetrada por la gracia, tal es la nota dominante de la ciudad y de esa tierra toscana, tal fué el dón supremo de esta raza, de esta escuela de arte, de este ardiente foco de espíritu público, de poesía visionaria embalsamada por humanas ternuras, tierra de misticismo exaltado, que no perdió nunca de vista la realidad de este mundo, ciudad de ironía sobria, de voluptuosidad siempre elegante y veces trágica. Soave Austero, El mismo genio florentino se revela en la sonora palabra y en ella va el alma de Dante, de Donatello y del prodigioso Miguel Angel.
La cultura humana ha llegado en efecto su mayor intensidad en algunos singulares momentos de la historia, y según la bella frase de Renán. Nació en Atenas, la acaparó Roma, la difundió Florencia y la consagró París. En recompensa estas ciudades recibieron el mismo inefable beso que trasmite Psiquis, en la divina fábula, el dón de inmortalidad.
He aquí el ideal que ante nuestros ojos deslumbrados aparece como el sol en el lejano Oriente. Que nuestra fe en la ciencia, nuestro entusiasmo por el arte se reanimen al contacto del fuego sa grado de esos recuerdos. vosotras, damas costarricenses, la flor, el perfume, la sonrisa de nuestro pequeño huerto; vosotras que significáis la virtud y la belleza de la patria, con vuestra presencia en esta reunión dáis testimonio de que nuestro intento merece vuestras simpatías, de que, como lo quiere un delicado poe.
ta, tomáis lo serio vuestro papel de inspiradoras de los sonetos y madrigales. y por qué no del lienzo de la estatua de mañana. que estáis dispuestas tributar el aplauso por que suspira el artista y dar como ejemplo vuestros hijos la fecunda y apartada vida de los sabios.
Tengo fresco aun en la memoria un canto, escrito en prosa rítmica y dedicado Su Majestad la Abeja Reina. Titúlase el Vuelo Nupcial y es una lección del más puro idealismo que me place repetir ante vosotros: La Reina de oro, la novia golosa de néctar se remonta hacia una altura que parece inaccesible seguida por su corte de audaces pretendientes. En vano muchos de ellos desmayan en el vue ya porque su instinto no es tenaz porque el vigor no lo secunda ¡no importa! los elegidos del destino suben, son pocos y luchan embriagados por el vértigo, uno al fin triunfa, la alcanza y recibe la sublime recompensa del amor.
Quiero terminar con la parábola sencilla que en mi concepto simboliza los propósitos y promesas de este Ateneo. Quienquiera que sienta la fuerza redentora que lo impulse investigar los enigmas del ignoto destino de su país, puede unirse nuestro grupo, enamorado de lo ideal para emprender esa persecución ardiente por lo menos para remontarse, con las alas del espíritu, hacia el éter luminoso.
Alejandro Alvarado Quirós

    Italy
    Notas

    Este documento no posee notas.