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A los trabajadores Para Páginas Ilustradas Un Diputado de la oposición, el Licenciado don Enrique Pinto Fernández, presentó al Congreso un proyecto de ley sobre indemnización a los obreros invafidados durante sus trabajos. Ya don Justo Facio en La Prensa Libre. llamó la atención pública hacia tal proposición, por la importancia que entraña.
y ser de veras una apelación al sentimiento de humanidad y justicia que deben regir siempre todos los actos de la vida.
Yo me ocuparé, no precisamente del proyecto relacionado, sino de la idea que lo integra, que es muy sana interesante.
El socialismo, protesta siempre viva contra los poderosos, exige de modo inmediato, y es su tendencia la más precisa, que los gobernantes fijen un momento siquiera su atención, sobre la clase menesterosa, sobre aquellos que les dan su bienestar, para que analizando tranquilamente las condiciones de vida en que se desarrollan, traten siquiera un tanto de aminorar su desdicha y con ello de evitar la degeneración creciente que la polreza acarrea, así en el orden físico como en el moral intelectual.
Es lógico, que si las clases productoras son las que más fuertemente soportan el peso de las contribuciones y los que hacen surgir las autoridades, tengan derecho que éstas no les vuelvan las espaldas, haciéndose gatos bravos con los mismos poderes por ellas constituidos. La escena del Monte Aventino está todavía patente en la historia, y recuerda cada paso los gobernantes, con la fuerza de los hechos mismos, que el abandono de las clases pobres, no puede verificarse absolutamente, porque un cerebro no funciona bien, cuando el estómago no tiene alimentos.
El buen Juez de Chateau Thierry, ha dicho en una de sus sentencias. que el derecho a la vida es tan incontestable para los desheredados de la fortuna, como para aquellos que la suerte ha hecho nacer bajo una más feliz estrella. Si aplicación le fué dada este principio, nacido de un corazón generoso al tratar del hurto de un pedazo de pan, para absolver a la reo, no deja de tener también inmensa importancia en la preparación de la conciencia pública, en especial la de los poderosos, para que vean con más conmiseración a los desvalidos, los tristes, a los que tienen hambre y sed de justicia.
Magnand, quien se trató de ilegal en sus fallos porque buscaba en la ley la tendencia simpática y dulcificadora, porque como él dice bién, las leyes han de ser interpretadas con equidad, buen sentido y sin rutinarismos. ha efectuado en realidad una verdadera revolución con el afecto, con la sana justicia, y ha hecho conquistar los infelices muchos de sus derechos, que parecían perdidos olvidados. Sin legislar ha legislado el Buen Juez. como lo llamó Clemencean.
porque sus ideas, sus sentimientos, si no forman parte de Código alguno, si han hallado eco en muchos tribunales del mundo, que lo siguen, que lo imitan, dando asi un calmante la clase, que siempre oprimida, ha podido ya convencerse de que la justicia es más humana, de que se toman ya en cuenta las circunstancias mismas, que la sociedad produce y que dan origen las infracciones que ella castiga después.
Ya que este movimiento se ha iniciado con beneplacito general de las clases obreras muy especialmente, justo es que abarque todos los puntos en que hacerse sentir pueda, para ir desterrando poco a poco, muchos de esos prejuicios abominables que hacen que se mire con desprecio los desvalidos.
Preciso es desterrar todos aquellos sentimientos de aversión las clases pobres y apresurar momento momento el abrazo fraternal, verdaderamente fraternal con que deben ser acogidos los olvidados de la fortuna, para despreocuparlos, para llevarles un aliento al pecho, abrirles un horizonte y gritarles: no sufráis tanto, hermanos, la vida no es tan triste como pensáis: el dinero que tenemos, las comodidades de que gozamos, vosotros las debemos, y justo es que 2549

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