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obedeciendo a la imperiosa ley de la necesidad, el inmortal descubridor Cristóbal Colón lo había elevado a la categoría de Alcalde Mayor de Isabela, sacándolo de las capas más inferiores de aquella naciente sociedad.
Era un hombre muy ignorante, testarudo y turbulento, y su decidida inclinación a las revueltas se robusteció con el pernicioso ejemplo dado en la isla por el Vicario Apostólico Fray Boijl, Mosén Pedro Margarit y el Comisario Aguado.
Con el objeto de desvanecer los cargos que contra él habían formulado sus enemigos ante los Reyes Católicos, Colón salió de Isabela el 10 de marzo de 1496, el 11 de junio llegó Cádiz, y no sólo logró desimpresionar los soberanos, sino que obtuvo de ellos todos los recursos necesarios para emprender su tercer viaje de descubrimiento, Mas, apenas el Almirante abandonó en marzo de 1496 las playas del Nuevo Mundo, dejando su hermano Bartolomé, con el título de Adelantado, cuando el turbulento Roldán se echó conspirar. Una inquietuc extraña se apoderó de su corazón. Una profunda impresión de febril desasosiego se reflejó en su oscuro intelecto, donde una multitud de ideas surgieron dolorosamente.
La voz del bíblico Luzbel grito con insistencia en el fondo de su alma negra Todo su pasado, su triste pasado de vagabundo, se alzó ante él, y lo vio horrorizado.
Su presente, su elevación inesperada, la ausencia del Almirante, las vacilaciones de Diego, su ruindad misma, todo lo incitaba la sedición, y al fin pusieron en sus manos el estandarte de la rebelión.
Se opuso que Diego varara una carabela.
Saqueó los almacenes reales, que estaban custodiados por 70 hombres.
Intentó ganarse al capitán Barrantes y al veterano Ballester, inclinándolos a la deslealtad. su perversidad llegó hasta el designio de asesinar D. Bartolomé y alzarse con el mando.
Pero el Adelantado no era de aquellos jefes adocenados que despiertan cuando el enemigo les espía gritando sobre la muralla. Lejos de eso, era sagaz, prudente y prevenido, y como los antiguos espartanos, estaba penetrado de la idea de que todo ciudadano debe preferir en el combate la muer te la fuga vergonzosa. Así determinó encerrarse en el fuerte de Concepción, para ver el rumbo que tomaban los rebeldes. Hizo comparecer su presencia Roldán, le enrostró su feo proceder y lo suspendió en sus funciones de Alcalde Mayor. Como el rebelde insistiese en su criminal desobediencia, se le sentenció en rebeldía, la pena de muerte; sentencia que el Mar de las Antillas se encargó de ejecutar pocos meses después tragándose la nave en que viajaba. Allí, dice Herrera en una de sus Décadas, allí se ahogó y pagó su pecado Francisco Roldán y muchos de sus secuaces.
rebelándose al Rey y al Almirante, cuyo pan comió, y haciendo grandes vejaciones los Indios.
Alberto Luna Santa Tecla 1907. De Vida Intelectual)
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