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Viendo pasar la vida Eironeia. Cuando los primeros rayos del sol naciente rompían la oscuridad de la noche, de aquella noche larga y triste para la Señora de. que vió en esos instantes apagarse la vida de su niño de tres años, exclamó en su desesperación. El día nace y mi hijo muere.
Sí, ella vió la última sonrisa de su hijo, cuando la aurora sonreía al mundo! Estando sola recibió el duro golpe, el terrible golpe que desespera y no admite consuelo, y maquinalmente pronunciaba las palabras que más hacen pensar por los misterios que encierran: Nacer, morir. Sus parientes aún dormían. y la compañera de aquella noche fatal, acababa de ir a recostarse. para que los despierto. se dijo en medio de su dolor momentos después y llorando, y sola, pasó muchos minutos, sus primeras horas de sufrimiento, y pensaba. Cuando mis padres y hermanos se levanten, que encuentren el muertecito ya arreglado, ya listo, ya vestido. y para que. Oh, Dios mío. gritó con un grito desgarrador salido del alma, y al sólo imaginarse que horas después estaría muy lejos de ella y bajo tierra, se llevaba las manos la cabeza con desesperación y de sus hermosos ojos salían abundantes lágrimas.
Después de esa crisis, una calma aparente se apoderó de ella y entonces con la mayor resignación, de sus labios sólo palabras de coulformidad salieron. Se encontraba aquella madre en los momentos de incredulidad que experimentamos en los grandes acontecimientos y de los cuales casi no nos damos cuenta; los dará la esperanza la inercia. Comenzaba vestirlo cuando de pronto oyó pasos algo ligeros, y quedando atenta ellos, sintió consuelo: ya tendría compañera, ya tendría quien contarle los últimos momentos de su Juanito, y precipitándose al encuentro del que llegaba, tropezó con la sirviente de la casa. Vé al jardín, le ordenó y tráeme cuantas flores encuentres, todas, todas. aquel mandato, corrió de nuevo al lecho del que fué, y sus lágrimas salieron entonces borbotones de sus ojos al recuerdo del jardín: allí lo había hallado triste, allí había estado con el días antes, allí lo había estado distrayendo, allí lo había acariciado. en un momento que se alejó de ella, lo oyó gritar, y aquel grito fué despavorido y la horrorizó. recordaba que había corrido buscarlo, y lo encontró frente a la fuente, frío, pálido y temblando ante un pavo que lo había asustado. eso fué ayer. se preguntaba. Sí, ayer; pero ayer al percibirme de su frialdad, le di calor con mis abrazos y caricias; pero hoy que está más frío. Dios mío, qué hago? Devolvédmelo, dadme2582
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