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Don Quijote en América al IS 1eu 10 in to ne 1te Para Páginas Ilustradas El libro con que el señor Tulio Febres Cordero, acaba de enriquecer la bibliografía nacional, es bella obra literaria, al par que noble esfuerzo patriótico, producto de un espíritu sereno y elevado, creación de una inteligencia perspicaz y fina Por eso es hermoso cuadro en el cual las figuras se mueven desahogadamente y las luces y las sombras están repartidas con mano delicada, visión clara y firme pulso; por eso es fruto de buena tierra, apetitoso y suave, que había de dejar sabor de miel en todos los paladares, cosechado en jardín propio por la experta mano de cultor inteligente y modesto; por eso es regalo de la mente y regocijo del espíritu, lleno de gracia juvenil y sana, no contrahecha ni prestada, en cuya contemplación puede aplacerse con largueza el áni. Bien venido sea una y mil veces el egregio caballero del ideal, ése, cuya alma es perpetuo hervidero de aspiraciones sublimes, cuyo corazón perinclito es foco inextinguible de pasiones magnas, cuyo brazo heroico es castigador justiciero de inicuos y perversos, sostén y amparo de infortunados y oprimidos. Don Alonso es persona de candidez evangélica, de voluntad inrestricta, de imaginacion vívida, de virtud fuerte y austera. Malos hados lo persiguieron con crueldad en todos los momentos de su vida andante, mas no pudieron nunca domar su valentia, que lo lleva recto consumar hazañas portentosas que han de vivir en la historia hasta el fin de los siglos. Con talla y talante de redentor cruza garbozo por el mundo, y aun cuando la vida se le acaba, su juicio vuelve caja, y su ilusión se desvanece, lo que al aparecer achica su grandeza, la angélica farfalla del ideal, que se hizo las alas luminosas con sangre de su corazón y aliento de su alma, vuela pura, con toda su magnificencia integral, y es ensueño que inspira fortaleza que anima, estrella que marca rumbo, cordial que alivia la pena del vivir.
Hizo bien el señor Febres Cordero en despojar de sus arreos de combate al hidalgo sin tacha, para traerlo a la tierra americana bajo el disfaz de andante reformador y caballero de ese progreso que sólo se finca en echar todos los vientos nombres vanos, frases huecas y palabras sonoras: la espada de don Quijote, afilada por el genio para descabezar gigantes y destazar malandrines: su formidable lanza, que atrae la chispa de la maldad y la ignorancia como pararrayos milagroso; su fuerte celada, defensa de la excelsa cabeza que abrigó tanto gallardo pensamiento; su recio escudo que esplende en las batallas como sol de oro, años ha que duermen en el museo de la inmortalidad, convertidos por los encantadores en sagrado metal incorruptible. De ninguna manera, pues, podía don Quijote comparecer en estas páginas montado sobre el épico rocinante en són de perseguir aventuras y rematar hazañas desemejables: de otra guisa, debía venir adobado el famoso caballero de los Leones, para que la relativa originalidad de la obra no padeciera menoscabo.
Sucede así, en efecto, y el héroe de la novela viste el traje del turista y con él se presenta en estas tierras como llovido del cielo, para completar la bor de sus exóticos colegas, flamantes propagadores de palabras, ideas, costumbres y hechos copia los, y grotescamente repetidos, de países del todo diferentes de los nuestros. En este punto el autor maneja con habilidad la burla y la ironía y su pluma corre fácil cuando hiere una mala costumbre zarandea algún personaje celebridad de parroquia que garbea pomposamente como pudiera un pavorreal entre un corral de gallinas o un toro entre una manada de cacneros. Su sátira es sobria y parca, y por ello eficaz y certera, sutil y penetrante además. Marca apenas la herida en la epidermis, pero desgarra la entraña con arte raro y fino que no yerra el punto que ha de herir. No da en la mania de sicologisar, mas su observación es suficientemente penetrante y sagaz, y los caracteres salientes de su obra están bien dibujados, casi magistralmente. Aliento suave de bondad se difunde en estas páginas, donde no se encuentra ni una sola palabra del vocabulario pornográfico y callejero de algunos escritores que 2585 e.
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