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recargan adrede sus producciones con todo género de afrodisíacos y excitantes, propagando acaso de este modo los vicios que censuran y agrandando y profundizando las propias llagas por cuya curación dicen anhelar. Desde este punto de vista el libro de Febres Cordero, no merece sino elogios, y aquí se los tributamos con largueza.
Lugar muy secundario ocupa el paisaje en Don Quijote en América, no porque el autor no revele aptitud bastante para hacerlo resaltar, pues veces exhibe rasgos de irreprochable hermosura, sino, según juzgamos, porque la indole de la obra no le imponía la descripción minuciosa de la naturaleza y si la exposición detallada del medio social donde se mueven sus personajes: exposición de que Febres Cordero ha salido airoso en el conjunto y en los pormenores.
Inmenso y árido es el campo que se ofrece hoy al trabajo y la actividad del novelista americano, y el objeto en que ha de ejercitar la fuerza de su cerebro y de su pluma no es la naturaleza, sino el hombre, como individuo y como pueblo, si desea que su labor sea fecunda y útil, es decir trascendental y civilizadora. Abunda en nuestras sociedades el tipo del desequilibrado y pervertido, tanto por una educación defectuosísima, cuanto por la dañosa influencia del ambiente social en que vive; así que todos sus actos, costumbres ideas son, como reflejo exteriorización de un lastimoso estado de alma, las menos adecuadas para constituir el carácter elevado de un todo social verdaderamente civilizado y culto. El mal es grande, y va echando raíces, pero no es irremediable: toca al hombre de inteligencia y juicio independiente que descuella sobre la muchedumbre ignara de siervos y cretinos, marcar el rumbo y orientar la doliente caravana en su marcha hacia el ideal que encarna la vida, la honra y la gloria de los pueblos. Presentar para todos los excesos y extravíos, para todos los escarnios cometidos en las sociedades hispano americanas contra la justicia, la libertad y el derecho, la excusa de la raza, es mezquino recurso de una trapaceria sofistica. Con razón ha dicho el elegante eseritor Rodríguez Mendoza El americanismo consistirá en pintar los vicios y peculiaridades que en nuestro continente ha determinado la adaptación violenta de las instituciones políticas y los usos europeos. Llega allá la sombra, el remedo de todo lo que pasa en Europa. Describir la característica de esta peligrosísima imitación: he ahí el americanismo que debe pedirsenos.
Febres Cordero ha andado largo en ese camino: us numerosos estudios sobre historia y costumbres americanas lo demuestran, y su Don Quijote en América es hito luminoso que servirá para señalar la ruta los que quieran seguirlo.
Por lo que respecta al lenguaje y estilo, la obra abunda en buenas prendas; una sustantivación rica añade un período sereno de buen castellano, que acredita que el autor no paga tributo la atropellada manera de escribir la moda, lo que vale lo mismo, derramando una lluvia de palabras en un desierto de ideas.
Pedro Montesinos El Tocuyo Venezuela En una postal Si el hombre es, niña, el dolor, la mujer es el amor: es el arte la belleza, el talento es el poder, es la virtud la nobleza y la fuerza es el deber.
Pedro Montesinos 2586
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