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ple delito tales agravantes, que lo convirtó en tentativa de asesinato, y mi pobre Pablo será condenado a la vida sedentaria de los presidarios de San Lucas.
El anciano y su hijo besaron al niño y luego fueron apostarse cerca de uno de los muros del Hospital de San Juan de Dios. para matar, llegado el caso, como decía el a buelo, para matar a los que notando la fuga de Pablo, intentaren prenderle de nuevo.
Pocos minutos después se oyeron tres detonaciones de fusil.
El prófugo fué visto por el centinela. quien le hizo fuego.
Todo el vecindario se alarmó y los policiales corrían de aquí para allá. Mi hijo. gritó el viejo, dirigiéndose veloz hacia su casa. Mi hermano. exclamó el otro siguiendo tras en hombre que ganaba el umbral de la casucha en que entraba su padre.
Cuadro sombrio.
El prófugo había tomado en sus brazos al niño lo apretaba contra su pecho y lo besaba con insistencia. Herido de morte 11 sangre teñía el suelo y sobre aquel charco se desvaneció sin sultar el pedazo de su corazón; y en la agonía, más lo estrechaba. inás lo besaba, con desesperación con locura. hasta que expiró exclamando. Bien vale la muerte el beso del primer hijo!
La gente curiosa que invadió la miserable vivienda pudo contemplar dos cadáveres estreclizinente unidos. El niño también había muerto abogado entre los brazos del padre.
Daniel Dreña El retrato de una madre Uno de los soldados llegados Manila en el crucero Raliench, relata este rasgo conmovedor de un joven marino de la flota americana.
Algunos instantes antes del principio de la batalla naval de Manila, en el momento que se daba la orden de al combate. uno de los muchachos del buque se le cayó su chaqueta al agua. Quiso saltar para cogerla, pero se le pro hibió que lo hiciera. Corrió entonces por el otro lado, se sumergió y volvió aparecer por la superficie con la prenda de ropa.
Se le aprisionó por la desobediencia.
Después de la batalla, el almirante hubo de pronunciar la sentencia del joven, y se le condenó varios años de prisión. El comandante preguntó al culpable lo que le había determinado desobedecer en un momento tan grave.
El muchacho sacó de la bolsa de su chaqueta una fotografia que le alargo su juez: Por nada del mundo. dijo habría querido perder el retrato de mi madre.
El almirante se conmovió profundamente. Abrazó al pequeño marino y dijo a los asistentes: Boys, los que arriesguen su vida por el retrato de su madre, saben darla por la patria. No hay necesidad de aprisionarlos. puso en libertad al marino.
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