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El alma trágica Venus se desmayaba, mas yo me adormecía al rumor apacible de la melancolía.
En la tarde tranquila cantaban las mujeres; una hermosa y doliente me dijo: no atemperes Tu canto con los otros: en tu afligido canto se despierta una queja de amargura y de llanto.
La lumbre de la tarde se hacía más difusa, cayendo sobre todos una ansiedad confusa De morir: escuchamos un doliente gemido que el ritmo acompañaba de mi canto afligido.
Pasó un helado soplo, cesaron las canciones y mudos se quedaron también los corazones.
Terrible y silenciosa bajo el dolor agudo vimos el alma trágica como un espectro mudo.
Su boca se entreabría dolorosa y sedienta, y brillaban sus ojos con una luz violenta.
Llena de harapos lúgubres, con aire cruel y vago callaba, y su silencio producía un estrago, Inquieta y temerosa la turba compañera con caricias y súplicas me preguntó. quién era Aquella mujer pálida, de cara de locura, que tenia en los ojos infinita amargura? yo le dije entonces la turba asombrada: es una mujer sola, febril y desolada Que viene pedir una limosna de cantares y beber de los vinos que hay en nuestros lagares.
Cuando escucharon ésto, poseídas de espanto las débiles mujeres se anegaron en llanto, todas me dijeron que jamás ofreciera esa mujer cantares, ni vino; que se fuera. heridas bajo el peso de mo tal desaliento cayeron, y pedían que se fuera al momento.
Pero la intrusa llena de virtud sugestiva pedía la limosna con voz extraña y viva: Volvía a todas partes la mirada, buscando como una pobre victima para un crimen nefando. viendo a las mujeres que lloraban caidas y que se desolaban con quejas afligidas, Cantó con voz tremenda una canción de luto, que bien podía entonces ser como mi tributo.
Lleno de locas llamas, poseido y nervioso le di un vino solemne que guardaba un reposo; en medio del agravio de todas las mujeres que incansables lloraban como míseros seres, Uní mi canto al suyo bajo la sombra austera, y quedó el alma trágica como mi compañera.
San José de Costa Rica.
Manuel Consuegra 250?
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