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. Todo pasa. A Max Soto tro cora Fué mi única ilusión; tanto la quise, fué tan grande el amor que le tenía, que su imagen gentil y apasionada no se apartó de la memoria mía.
Ella fué para mí la casta virgen.
del cielo espiritual creación secreta.
el melodioso acorde de una lira que conmovió mi corazón de poeta.
Cuando el fiero dolor en mí clavaba sus garras aceradas con anhelo, en alas del recuerdo de mi amada libre y feliz me remontaba al cielo.
Tanto llegué quererla, tan profundo aquel amor se hizo y tan vehemente, que mi pecho tornóse en un santuario para rendirle culto eternamente.
Un día, que reflejaba en el semblante la tristeza mortal de su alma yerta. Voy partir, me dijo. no marchites la última flor de mi esperanza muerta. Para calmar mi horrible desconsuelo dime, dime, por Dios, dulce bien mío, que cuando torne de mi largo viaje realizarás la dicha que yo ansío.
Ofréceme constancia en tu cariño, estela que ilumina mi existencia.
llévame en tu recuerdo, no me olvides cuando mi corazón llore tu ausencia. yo lo prometí. Pasaron años, y aquella misma imagen inocente quien el alma levantó un santuario, poco a poco borróse de mi mente!
Manuel Barrionuevo a. el 25 VIII 907 1 Con gusto publicamos este ensayo del joven Barrionuevo y lo estimulamos para que continúe trabajando en el árido campo de las letras, 2590

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