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Berzas y versos Quiso Apolo, o alguna de sus traviesas hermanas, que unidos fraternalmente por un mensajero postal, llegasen mis inanos el N150 de Páginas Ilustradas y el número de. no; no quiero escribir el nombre de otra revista, digámoslo así, para evitar conflictos internacionales. Pero sí quiero que conste, por importar ello mucho a la posteridad, que esa revista, con perdón sea dicho, no se publica en Costa Rica, aun cuando no esté muy separada la cuna en que, en mal hora, aquélla de la revista habloha dado sus nueve primeros vagidos.
Pues, como iba diciendo, llegáronme juntos ambos números y la natural curiosidad por conocer lo desconocido hizo que ojease primero el cuadernito que no lleva el título de Páginas.
Bien cara pagué mi curiosidad! La séptima página, jay de mít contiene versos; versos el nombre de cuyos autores omito por no contribuir a su encumbramiento artístico. Maldita envidia!
El primero, que es un soneto, se titula. no; tampoco quiero decir el título. Su autor, como si dijeramos el poesicida, prefiere algunas cosas, y entre ellas prefiere la simplesa del jugo verdadero que encuentra en esas niñas de acariciar hurano y lo prefiere porque conoce toda la faz extraordinaria de la mujer experta, pecaminosa y varia lo mismo al meridiano que ante la noche negra. nada es tan amargo, bajo la esfera arcana, como esas entrevistas de la pasión humana que la inocencia blanca del sonreir, no alegra.
Eh. qué tal?
Pues, caro Lisardo, hay más.
Hay otro poeta quintillero que se nos viene Barrio abajo, y nos dice: el cochero de punto, de chistera apabullada, con la camisa por fuera y las polainas en la bigotera fustiga el anca del rocin trotón.
Esa es la primera de las quintillas; omito la segunda, por mi seguridad personal, y allá vá la tercera. de mí, que temiendo los detalles de la vida rural no me atrevo cenir amenos talles: 2633

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