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Rica.
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esante de la chiros omenscuela os del nente. abialguhacer e juzEn el ia. 110 inluhijos. pena a seres a la una oprimida y sometida a trabajos por la fuerza del varón, terminando su conmovedor discurso con esta sentida optación. Ojalá, padre mio, que mi madre me liubiera heclio el cariño de su amor, enterrándome luego que nací: con eso no tuviera mi corazón tanto que sentir ni mis ojos tanto que llorar!
Refiriéndose al delito de liechicería y en el informe que dio el Asesor de León de Nicaragua. Lic. Enrique del Aguila, al Alcalde de la Santa Hermandad, en un proceso instruído contra dos mujeres acusadas de brujería, se lee el siguiente y curioso pasaje. Muchísimas veces acontece que algunos hombres y mujeres de quienes hay un rumor vago que son brujos liechiceros, fingen, para que otros les tengan miedo les den lo que quieren, por entretenerse las más veces, que es lo más común, tener polvos conocer las hierbas que tienen tal, y tal virtud, y examinando el caso no se halia otra cosa de sustancia más que engañar aquellos mismos que están preocupados con esta imaginación. Al Asesor le asiste segura experiencia de esto y entre otros pasajes que ha visto, le aconteció una que tuvo bastante que admirar la habilidad de uno de esta provincia, que en Guatemala llaman guanacos. Habiendo ido visitar un conocido suyo al mesón que llaman de Urías, advirtió un concierto que estaban laciendo un mulato guatemalteco con un guanaco, sobre el precio que le había de dar como lo enseñara jinetear, término que usan para domar un caballo. Concertáronse en el precio de ocho reales: díjole el guanaco al guatemalteco que fuese traer el potro; vino con él: lo ensillaron. Ya el guanaco había cortado dos hojitas de los primeros arbolitos que halló en el pa.
tio del mesón: liizo que las sacaba de un calabacito que tenía dentro de una bolsa chuspa. como llaman, que traia colgada al cuello: hizo que el guatemalteco inontase en el potro. Cuando estaba encima le puso una hojita en una rodilla y la otra en la otra, los lados, en donde se aprietan la albarda, y le dijo al guanaco en altas voces: jea, amigo, cuidado como deja caer esas dos hojitas, por que entonces lo botó el potro! Con esta advertencia, apretó con todo su esfuerzo el jinete las rodillas; por más corcobos que dió el potro, no lo pudo botar; se rindió el bruto y se desmontó el jinete: recogió sus liojitas como reliquias, suplicó al guanaco que le vendiese otras: quedaron de acuerdo que al otro día se las daria y se acabó este acto. todo se halló presente el Asesor, 110 admirado sino de la habilidad del guanaco. pocos días encontró al guanaco y preguntándole cómo le iba, le respondió: muy bien, pues vendía las hojas de cualquier árbol lo que quería los guatemaltecos.
Se diría que en este caso había alguna brujería arte mágico!
Sólo el vulgo de Guatemala lo cree. bastante ignorante, está preocupado de esta imaginación; cree que los provincianos, en la mayor parte. son brujos y que tienen polvos para torear, domar caballos y ser valientes; por una parte cree esto, y por otra lo tienen por simple, y así en todo género de comercio es faci ísimo de engañarle, principalmente en materias de hechicerías. Lo que ejecutó el guanaco fué un efecto sumamente vatural, porque puestas las hojas entre las rodillas 2637 de su una uenta jeres.
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