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Crepúsculo did En led Sus ans ma ful te El sabio descansa; en su estudio, lleno de aparatos de química, se respira un aire viciado. Penosamente se levanta del viejo sillón y abre de par en par el ancho ventanal.
Un crepúsculo de primavera ilumina la desierta ciudad dándole un matiz dorado de exquisita belleza. Unaire saludable invade lentamen.
te la habitación y penetra en los gastados pulmones del sabio. Quédase éste meditabundo contemplando el adiós grandioso del Día, y por su mente, llena antes de fórmulas químicas, de ecuaciones y problemas, pasan en báquica danza mil fantásticos recuerdos de otras épocas.
Rápidamente y con mueca sarcástica. se le aparece su perdida juventud y oye su propia voz que, confundida con el alegre piar de las golondrinas, con burlona ironía le dice:. Oye, tú. joh, sabio! admiración del mundo, dominador de la Naturaleza y de la Ciencia. podrás decirme si has encontrado, por ventura, y entre tus fórmulas la que exprese el amor eterno? Estas tardes a pacibles en que los míseros mortales, en que las almas enamoradas confunden el latir de sus corazones con el latir ininenso de la Naturaleza, con el canto de los pájaros y con el aroma de las flores. qué representan para ti? No has descendido nunca del pedestal soberbio de tu ciencia al florido arroyo del Amor?
Dime, dime, mi viejo dueño; esta tarde deliciosa no te recuerda otras parecidas en que tu corazón, cual ave prisionera, quiso escaparse de tu pecho. Por qué le detuviste? Fíjate en esas gentes ignorantes que, llenos sus pulmones de aire primaveral, regresan sus casas acompañados de sus tiernos hijos, de esos hijos a quienes tú has llamado los obstáculos del Progreso. No ves esas casas? No ves como mágicamente van iluminándose y cómo salen de ellas, frescos y vigorosos. los himnos de la juventud. Qué hiciste de la tuya. Qué hiciste de mí. Toda ella la llenó la Ciencia; el sitio de la esposa está vacío como vacío está el de los hijos! Tu esposa es etérea, tus hijos son las fórmulas, tus amores los números.
Pero de tus ventanas joh, blasfemia! dicen las gentes que sale el hedor de la muerte; el aire infecto de la ciencia: de la Ciencia que enseña, pero que no crea.
Dime, pues, ahora. eres feliz. lo has sido. Crees haber cumplido tu misión. El sabio oye su propia voz pidiéndole cuenta de su propia vida; su enflaquecida mano sostiene la abrasada frente en la cual bullen sus enemigos mortales, los recuerdos; y sin saber evitarlo en su mente penetra la duda. ese azote del pensamiento humano; empieza a creer que su paso por la tierra no ha sido tan fecundo como imaginó; que sus profundos estudios y sus ímprobas labores en nada contribuirán a la vida de la humanidad. Siente entonces el latir tardío de un corazón que maldice la voluntad que le impidió amar: siente en su sangre el fuego ya per6650
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