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Cambiante Una flor deshojaste, mi presencia, que su aroma vertió sobre tu seno; robaste así su esencia para embriagar con el perfume ajeno.
Más tarde el corazón que te adoraba, preso en el tuyo con dolor lo heriste: su muerte la quisiste por gozar del perfume que exhalaba.
Es flor el corazón cuya corola deshoja el soplo fiero del engaño.
y sabe la mujer, cuando le inmola, que más perfume da si le hacen daño.
Daniel Vreña Set. 18 907 En értasis.
Para Páginas Ilustradas ¡Consuélate y no temas! dice ella abriendo como una dulce grana da sus delgados labios. Consuélate. bien mío! Tus ojos puestos en mí han bebido mi espíritu que sobrenada en emociones inefables: en emociones de mártir quien se premia, de esclavo quien se redime de rey quien se exalta. Cuando esos tus ojos hubiesen de cerrarse, naufragaría mi espíritu. Ten valor!
Mañana. quién arrebatará de nuestras manos el tesoro de la felicidad. Oh, mi bien amado. Nadie ha poseído nunca el instante de pleno encantamiento que me arroba, cuando me siento tuya!
La sonrisa cruzó como una abeja cargada de miel, en aquella boca pequeñita de color de púrpura.
El, que la contemplaba silencioso: el que clavó en su frente un beso semejante dardo de oro en pan de cera, le contestó. Sí, es verdad!
Nadie ha poseído, nadie, este minuto eterno en que me muero, este momento enloquecedor, y en que tú, rubia como el trigo, tentadora como el deseo, radiante como el día y apasionadamente melancólica como los crepúsculos de junio, vienes mí, hecha un lirio blanquísimo con tus efluvios de amor. Cuán tarde, oh, Dios!
Carlos Olavarría Venezolano 2653

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