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so, le ha dejado descubierto. Este espléndido espectáculo se ha desvanecido. La vida de la naturaleza vuelve tomar su curso suspenSo por un momento. Flammarión saluda los ilicitanos y su mirada se dilata desde aquella azotea sobre la población de Elche, siis vastas llanuras que fecunda el Vinalapó, y su ejército de airosas palmas que balancean con ritmo sin igual las agudas verdes flechas de suis ramas repletas del codiciado dátil. en aquella población, colcnia romana un tiempo, más tarde vergel de la sultana árabe, festejóse con los atributos de la simpatía y del entusiasmo al eminente astrónomo que había venido probar ante un pueblo ilustrado, sencillo y generoso, que las leres de la gravitación universal descubiertas por los hombres, eran el signo más evidente del poders de la pujanza del criterio y de la razón individual. Lloret Bellido.
San José. 19 de octubre de 1907 Senoi don Van Damm Profesor del Conservatorio Real de Bruselas S Distinguido maestro y querido amigo: En junio de 1905 tuve la agradable sorpresa y honrosa satisfacción de recibir de una postal en la que me felicitaba por mi antigua discipula la señorita Pacífica Zelaya y me decía que «esta joven artista hacía progresos inmensos y sería una de las primeras virtuosas de su país. En febrero del presente año tuve la dicha de pasar unos días en esa bella capital, y conocer V. personalmente. Cómo podré olvidar jamás esos días felices y las emociones gratísimas que por su medio y el de mi querida discípula Pacífica experimenté en Bruselas. Cómo podré nunca olvidar aquella hermosa audición de Pacífica y su admirable clase de orquesta en el Conservatorio, el día 28 de febrero. cómo podríamos los dos olvidar aquella criatura amable y sumisa, siempre consagrada al estudio que tanto la engrandecio. Cómo podríamos conformarnos ante la triste realidad de que ya no existe?
Querido maestro. todo ha concluído! Aquellas ilusiones de gloria.
aquellas esperanzas fundadas de legítimo orgullo para nuestra querida patria, han quedado sólo en la imaginación! Pero yo sé que la pena in mensa que siento, es suya también. Reciba un abrazo de simpatia que desde aquí le envío conmovido, con la expresión de mi gratitud por lo mucho bueno que hizo en favor de Pacífica, por el vivo interés que tomó en su carrera artística.
Sinceramente le agradeceré que me escriba largamente sobre los últimos días de nuestra inolvidable discípula.
Su afectísimo amigo y servidor, r b 11 Vargas Calvo 2684

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