Guardar

Aniversario lanstas ciaico, ona y En los fastos de la historia no se cuenta hazaña alguna que aventaje la hazaña venturosa de Colón. Cruzar el ancho mar en endeble carabela, y surgir al otro lado con próspera fortuna; confiar al viento veleidoso la invariable prosecución del rumbo, y arribar sin que en las manos del piloto hubiera declinado un ápice la aguja de su fe; hender las aguas legendarias de las perpetuas calmas, y no estancarse en ellas; penetrar en la temida zona de los férvidos calores, y no abrasarse en ellos; tocar en la región en donde braman los huracanes, y no escuchar sino el rumor blando de las brisas, y, así, con tan débiles recursos y través de tan insólitos peligros, romper los misterios pavorosos del océano, y tras de ellos encontrar las fantásticas quimeras del deseo, oscuras y mediocres delante de la espléndida y tangible realidad, fué, ciertamente, hazaña sin igual: obra en la que un tiempo mismo resplandecieron el ingenio fecundísimo del hombre y la mano próvida de Dios.
Colón buscando por senderos marítimos el auge de España, duplicó súbitamente los ámbitos de la tierra; buscando por derroteros inciertos la opulenta Cipango, isla que escondida yacía en los confines del mar, dió con el continente ignorado cuyos extremos se engarzan en los dos polos del mundo: buscando la soñada ciudad de los dorados palacios, llameantes en oro, zafiros y esmeraldas, diamantes y rubíes: fantásticas riquezas del gran Khan, dió con más soberbios y más estables tesoros, con los tesoros perennes que la industria y el comercio sin cesar arrancan de los minerales y de los vegetales y de los animales del Nuevo Mundo; y buscando, en fin, el extremo oriente del territorio asiático, sede inconmovible del Autócrata, tierra de la perpetua servidumbre, dió con la virginal América, propicuo asiento de la república, tierra propicia de la libertad.
Pero para apreciar con más detenida atención y más acendrado afecto aquella hazaña inmortal conviene precisar sus íntimos detalles, contemplando a través de históricos recuerdos, los instantes, las cosas, el paraje en que ella aconteció. Cielo y mar, eso nada más se veía: el cielo tachonado de nubes vespertinas. y el mar rizado apenas por las brisas: en el cielo los últimos reflejos del crepúsculo, purpúreas franjas y nevados copos y en el mar los primeros indicios de la tierra: pajizos musgos y flotantes yerbas; en el cielo una garza, un pelícano y un pato, y en el mar la Pinta, la Santa María y la Niña, seguidas de mansa y nívea estela, tras la cual se vislumbra, allá por el lado del Oriente, lejos, muy lejos, centenares de leguas y setenta días de navegación, el embarcadero de Palos, es decir, el desolado hogar, la abandonada patria y el remoto mundo: la cuitada esposa fatigada de llorar al perdido navegante, la in2727

    Spain
    Notas

    Este documento no posee notas.