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al más bueno. La casa, aunque muy cómoda, es provisional. Vean ustedes allí cerca el nuevo edificio que para escuela se construye y cuyas proporciones les revelan lo que habrá de ser.
Hemos llegado a los talleres de la Northern Railway. No entremos porque nos perderíamos en ese laberinto de hornos y de fraguas.
Desviémonos a la derecha y vamos los hospitales que están en aquel promontorio cercano. Les presento al médico doctor Emilio Echeverría, cuyos cuidados se debe lo que ustedes van ver. Que da ganas de enfermarse por venir aquí? Ya lo creo! Qué orden, qué comodidad, que limpieza. Aquí del Evangelio. ni Salomón en toda su gloria se vistió con tanto esplendor.
Eso que ven ustedes allí cerca son las torres del telégrafo inalámbrico, de 200 pies de altura cada una. Por medio de ellas nos comunicamos con el mundo; ellas hacen venir para nosotros por el aire ondas de luz, al mismo tiempo que el mar que bate sul base nos hace llegar ondas de oro.
Regresemos. El canto de las lavanderas, al compás del chapoteo de las manos en el agua y el golpear de la ropa mojada, nos dicen que pasamos al costado de los lavaderos públicos, donde, guarecidas del sol y de la lluvia, y con todos los medios apropiados para hacer llevadero aquel ruin oficio, trabajan esas pobres mujeres que limpian nuestra interior indumentaria. y limpian también nuestros bolsillos. no tanto con lo que nos cobran por el trabajo de aseo, cuanto por el destrozo que hacen en nuestras camisas y el espíritu comunista con que iniran nuestros calcetines y pañuelos. Sin embargo, eso y más les perdonaríamos, porque ¿qué haríamos en este clima ardiente si las lavanderas se declaran en huelga siquiera por una semana?
Conversando, conversando hemos llegado un edificio que para ustedes debe tener peculiar atractivo.
La puerta está cerrada: pero eno les parece ustedes como que vibran aún en el techo sonoro los acordes de un órgano y el canto glorioso de los salmos y de las profecías? Estamos frente a la iglesia protestante, donde sin duda se hallaban congregados hace poco los fieles de aquel rito, y para mis oídos no se han extinguido todavía los him110s de la mañana.
Que ustedes son católicos? Como hablan inglés. yo creía.
Vamos, pues, al templo católico. Muy cerca de aquí está, lo que demuestra que en nuestro país puedeu vivir bien, sin estorbarse, los diversos cultos que llevan impreso el troquel de la moral. que con esta condición es un liecho la libertad religiosa consagrada en nuestras instituciones. Aquí está el templo donde arde perpetuamente la lámpara de nuestra fe y donde llegamos los católicos postrarnos los pies del Señor cuando nos aflige una gran tribulación, o cuando habiéndose co2728

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