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el vega10loai as ar mido el diablo la carne, queremos poner en manos clementes nuestros huesos.
Querían ustedes subir a aquel cerrito situado al poniente, donde se ven unas casitas que parecen chalets suizos. No, allá no los llevo, porque por allí están los estanques de la cañería que surte de agua potable la ciudad. están secos. Los tubos de la cañería se rompieron lace varios días, y no los han repuesto porque antes se había roto la concordia entre lo mejorcito de estas gentes, y así anda todo, con soluciones de continuidad como andan ellos! El motivo de esta ruptura no me lo pregunten porque no he de decirlo. Tal vez ustedes saben el cuento de «la manzana de la discordia. Aquí no ha habido manzana, pero sí estoy seguro de que la causa del desacuerdo es una guaJaba.
Como tengo amistad con los miembros del club, los llevaré almorzar aquel centro de galantería y de cultura, para continuar luego nuestra jira. Que después del almuerzo desean descansar. Muy bien: reparado el ánimo con el almuerzo vamos al parque, y díganme, ya que estamos en él, si esta fulguración de matices que nos rodea no le hace la impresión de un concierto de sonrisas, producidas por el abrazo que se están dando a la luz del sol la naturaleza y el arte!
Descansemos aquí, la sombra de estos higuitos, y abramos los pulmones al aire fresco de la arboleda y de la playa. Dormir la siesta?
Imposible! Ya empiezan a llegar los trenes de la United Fruit cargados de bananos, y ese va a ser un ajetreo que mantendrá estos contornos llenos de ruidos estrepitosos. lo mismo de día que de noche, porque nada menos se necesita para embarcar, como embarca aquella poderosa Compañía. unos doscientos mil racimos de bananos cada seeo ue sol ro 11to 1e s, ara mana.
te 0ia e21Estoy de acuerdo con ustedes en que no nos metamos en lugares donde sólo vamos a hallar montones de bultos de mercaderías rimeros de carbón y de fierro, y menos aún que vayamos visitar almacenes que por ser ajenos nada nos importan. Como la tarde está fresca, vamos al malecón para que vean ustedes esa obra gigantesca, y de paso les contaré por qué me provocan risa las cóleras de este pedazo de mar.
Aquella isla que cierra la bahía por el oriente es la Uvita, sitio del faro y lugar de cuarentena para los pasajeros de las embarcaciones que la Sanidad no admite desembarco. Esa isla ataja los vientos y las corrientes del Este, de modo que queda la bahía cerrada los elementos por todos lados, con dos puertas para entrada de los buques.
Pues bien: cuando hace lo que aquí llaman «mar bravo. las olas que han reventado afuera, vienen por mii recovecos morir desmayadas en la playa, con un ruido manso que tiene más de quejido que de estruendo. Algunas se empinan para asaltar el malecón, y sólo consiguen es2729 21ca le el
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