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cupir hacia la calle algunas gotas perdidas. Cuando por casualidad se apoderan de este pedazo de mar esas cóleras de niño, recuerdo, evocados por el contraste, aquellos versos de Bermúdez de Castros ¿Has visto esos hondos cantábricos mares Rugir bajo el ala de negro huracán. Has visto esos tumbos que vanzan turgentes, chocan y se alzan en blancas columnas el mundo estremecen al són colosal?
Pues sí; yo he visto el Cantábrico, lo he visto en horas de terrible furia, como si Neptuno estuviera clavando al monstruo el tridente en los ijares! Lo he visto superior los montes en grandeza y las cataratas en estruendo. potente y majestuoso como si llevara en su seno lasiras de un dios! Por eso digo a ustedes que me causa risa este mar bravo. que apenas si pone en fuga los botecillos de pescadores que son gente más avenida con la tierra que con el agua. puesto que ustedes lo desean vamos comer, y luego a dormir para tomar el tren de la mañana.
No los acompañaré en el viaje. Me quedaré aquí aguardando otros viajeros para repetirles esta cartilla, adicionada con lo que ustedes no han visto; pero les encargo que abran mucho los ojos, y miren por las ventanillas del tren los paisajes variadísimos que recorrerán manana, bosques incultos liace poco, hoy haciendas que son vergeles productores de pingües riquezas, y donde Dios se vería en apuros para dar la preferencia un lugar cualquiera, si se le ocurriese elegir sitio para establecer un nuevo paraíso.
Rafael Villegas 2730

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