Guardar

Lir iocia sen les loes, un on les ISla on La expresión netamente característica de los teutores: o hay camino lo hago, parece que desde entonces hubiese sido el lema del escudo de Colón, en aquella época de caballeros que en peligrosas hazañas conquistaban una corona un jirón de púrpura, por su rey y por su dama, y la postre llegaban un convento en solicitud de un sayal con que amortajar sus glorias.
La historia de las dificultades, de la oposición sistemática y de las persecuciones, es la eterna historia de cuanto bueno han ejecutado los hombres, pues por lo general todos aquellos que han realizado una idea redentora, no han tenido ni siquiera la perspectiva de una próxima recompensa. Así los grandes proyectos, las revoluciones más provechosas, los descubrimientos más útiles han solido concebirse en la oscuridad, madurarse en la contradicción y la lucha, llevarse la práctica entre la envidia y la miseria, porque el genio de verdad, que tiene el privilegio de ver sin prevenciones y sentir sin necesidad de ajenos excitantes, salta por sobre todos los obstáculos, y no se detiene sino cuando ha llegado al coronamiento de sus propósitos.
La triste peregrinación de infortunios, principiada en tierra por el incomparable marino, tenía que llegar su colmo en las vastas inhospitalarias soledades del mar. El temor. las preocupaciones, la intriga, el silencio abrumador del vigía, los repetidos desengaños de encontrar tierra, tomando forma de sublevación exigían todo trance el abandono del peligroso viaje. Pero la luz de la esperanza, brillante siempre en el horizonte, a raíz de cada desencanto, reconcentró las fuerzas vitales del sabio audaz para mantener siempre en alto la idea salvadora, que por fin se convirtió en risueña realidad, cuando las primeras algas, flotando junto a las cara belas, hicieron comprender Colón que ya estaba muy cerca de tierra.
La aparición de la isla llamada de San Salvador en el grupo de las Lucayas, EL 12 DE OCTUBRE DE 1492. tierra de promisión levantada entre la espuma de los mares, coronada de bosques odoríferos y ataviada con toda la pompa de la naturaleza tropical, fué como la voz del genio que impuso silencio los amotinados inició la era más fecunda en descu brimientos geográficos de que tengan noticia las edades.
Con el grande hombre vino también la civilización cristiana; y la Cruz que brillara en el palacio de los Césares, en el escudo del cruzado, en lo alto de las catedrales, en el silencio de los cementerios, en la corona del monarca, en la tiara del pontífice y en el pecho del prelado, la Cruz, que en manos de Fernando Isabel acababa de eclipsar en España la Media Luna del profeta, recibió en aquel memorable día el primer ósculo del sol, junto al pendón de Castilla, en las vírgenes playas del Nuevo Continente.
Sin embargo, faltaba al héroe la corona del martirio, que la ingratitud se apresuró tejer, mientras los labios del anciano abatido por 2733

    Spain
    Notas

    Este documento no posee notas.