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A todo trance, vencidos, el honor de nuestras armas nos hará que la toniemos nosotros sin ningún género de contemplaciones. á esto se ha caminado y se camina haciéndonos poner el campamento distancia de la ciudad, ali donde nada tenemos que proteger, ni defender, ni castigar. Pero lo más substancial es lo que sigue; por lo que dice y por lo que deja de decir. Conviene Francia ligarnos su empresa para que los moros ecrean que la conquista de su país es resolución de las naciones todas europeas, y hay en España quienes opinan que también nos conviene a nosotros participar de la conquista para tener luego derecho al botín; y los que tal sienten y piensan, batallan ardorosamente contra el señor Maura y se prometen vencerle y obligarle autarizar sus locos anhelos He aquí la razón de que cada Consejo de Ministros sea para el Presi.
dente una contrariedad. Con ser él el jefe del Gobierno. encuéntrase cada día con las indicaciones de León y Castillo, que a las veces parecen órdenes del Quai Orsay; con insinuaciones del señor Allendesalazar.
convertido en torna voz del embajador galo en San Sebastián, veranean do, con manifestaciones esplícitas de tal origen. que faltar ellas implicaría desacato y subscribirlas traería aparejada la dimisión: resultando que nuestro papel en Marruecos está fijado por otros que los ministros responsables. y que la voluntad directriz de España reside en París o en San Sebastián, no en Madrid y en el palacio de Alcalá.
consciente, o inconscientemente, se quiere llevarnos participar de la penetración armada en el Mogreb. Inútilmente alega el General Ferrándiz que no dispone de buques sumables los franceses que bloquean el litoral marroquí: inútilmente invoca el señor Maura la verdadera, la sana política que España debe concretarse. Poco poco van uno y otro siendo desalojados de sus posiciones, y habrán de ceder o desalojar aquellas en que se refugian.
Presentimos la proximidad de un acaecimiento sensacional en nuestra política. Presentimos que la voz de la razón será a hogada por otra voz más poderosa, y las consecuencias serán por todo extremo lamentables. Es muy probable que una eventualidad que son ajenos, devuelva el poder los liberales. Por ellos y por la patria lo sentiríamos, pues quisiéramos que debieran su triunfo sus inerecimientos y cualidades, no un llamamiento para que sancionen desventurados proyectos de fatales aventuras. De todo lo cual, lo repito, se deduce que la penetración pacífica es un hecho.
Se me ha ido la pluma demasiado para que en esta crónica pueda hablar de alguna otra cosa de importancia. Procuraré hacerlo en mi próxima que irá fechada en la Corte del Soberano alemán, donde dicen que se sabe mucho y bueno de los asuntos marroquíes que son, por otra parte, los únicos que dan ahora juego.
Perico Flurón París, 10 de setiembre de 1907.
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