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to an faltar figura mujer y como insinu esa no sualm extra 11 61 lia am de su desem pierna de dar que o y rien Durante una tempestad, el conejo del cuento dió con la cueva de un tigre y allí resolvió guarecerse; pero poco llega la fiera, quien al echarse en su lecho le pone una mano al cuitado. Este, cavilando que liaría para salir de tan duro trance, grita osadamente y con toda la fuerza de sus pulmones: quién me toca un dedo! lo cual oído por el tigre.
que juzgó cómo sería el cuerpo del dueño de tal dedo, tuvo por cosa pru.
dente salir tomar el aire y dejar tranquilo su huésped. Muchos actos de denuedo proezas encomiadas.
son puras fanfarronadas hijas de un lieroico miedo. va de historia.
Amira y Carlos pertenecían la clase más culta y distinguida de una ciudad de Colombia. Se amaron desde niños con el beneplacito de sus familias, y su matrimonio debía verificarse en breve.
De ella podía decirse lo que dijo Guido y Spano de una compatriota suya. Conoces a la casta y bella Anira?
Su andar se ajusta al ritmo de la lira, hay en su voz la suavidad de un ruego, El era los 22 años todo un cachaco, como allá decimos: culto, ilustrado y galante. Por razón de negocios de la familia, tuvo que partir para Nueva York desempeñar un puesto de importancia en una casa de comercio, quedando convenido el matrimonio con Amira para después de un año, al cabo del cual, y por convenio de ambas familias, no pudiendo Carlos regresar a Colombia, se verificó en Nueva York. donde hubo de trasladarse la que debía ser su esposa, en compañía de al gunos parientes de ambos jóvenes.
Habían pasado algunos meses sin que la inás ligera nubecilla empañara la luna de miel de los recien casados; pero Carlos en su año de celibato en Nueva York. había hecho el amor más de una de esas seductoras miss. de equívocas costumbres que pululan en la gran metropoli. y se llevan en las redes matrimoniales más de un incauto que no tenga el mundo y la cultura del héroe de nuestra his.
toria.
Algunos días antes de su boda había iniciado una de esas conquistas que lo tuvo a moscado por las dificultades que Jessie, una deliciosa rubia, opuso sus ataques, los cuales lubo de amainar por la llegada de su prometida, quien dedicó desde luego con vehemencia y sinceridad sus tiernas solicitudes.
Pocos meses después, yendo solo en un elevado, se encontró con Jessie, quien había olvidado, pero él fuer de caballero galante, por más que estaba en plena luna de miel y maldita la gana que tenía de enredos de esa laya, se creyó en el caso de reanudar sus ataques, confiado en lo que antes había pasado, y dirimir la pendencia de amor emprendida; pero sus mismas reservas lo perdieron, porque ella recibió en en esta vez las galanterías de Carlos, con esa especie de rehusar que suele ser poco menos que pedir, hasta quedar concertada una cita para determinado día en Chin town, donde comerían juntos.
La impaciente Jessie, que sí estaba interesada en la aventura, tuvo la indiscreción de recordar Carlos, por medio de perfumada cuanCó Cau por el pura rrum palpit De pie era u adem Yo se raya.
en ot le gol dole vaya: bien.
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