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brazos, y de su frente roiaron deshojados destizipo, los blancos capullos vir ginales. la noticia corrió veloz por la ciudad. Todos lamentaron la desgracia y compadecieron a la pobre niña burlada, mientras Ricardo, inflamado en su vanagloria, recibía de los compañeros las felicitaciones de su triunfo.
Al saber Jacinto la noticia infamante de su hija, sintió que su espíritu centuplicaba sus fuerzas para dar al traidor el condigno castigo; y en todos los tonos circuló de boca en boca, que él matar. a al autor de la desgracia de su hija querida. Doña Chayito puso el grito en el cielo al oir la confesión de Ricardo declarándola ser el autor de la deshonra de Maria del Rosario, y queriendo salvarlo del peligro que corria, resolvió embarcarlo para los Estados Unidos, fin de que el tiempo borrara poco a poco la mancha y calmara las iras del padre ofendido.
Andrés, intimo de la casa desde la muerte del esposo de doña Chayito, y quien se le tiene por un loco, por las cosas juiciosas y nobles que dice en su lenguaje de hombre culto y bueno, conoce la infamia de Ricardo y protesta y le exhorta cumplir como un caballero. Nadie le atiende en su honrado empeño; y tanto Miguel, el inseparable de Ricardo, adulón de oficio y de malos instintos, como doña Chayito y Juana, la criada de la casa, convienen en que Ricardo salga fuera de la tierruca por algunos meses.
Mientras conversan de tal suerte, llega Jacinto a la señorial znansión, entra sobresaltado en la sala, mira su alrededor, todo lo escudriña con los ojos, y se esconde aguardando la aparición de Ricardo.
Terminada en una de las piezas interiores de la casa la plática familiar, Andrés y Miguel seguidos después de Juana, penetran en la sala. Jacinto es.
cucha un momento su conversar y aparece al fin, delante de ellos, en actitud imperativa, y pide se le conduzca a presencia de Ricardo. Andrés al verle, dice una exclamación. Miguel se asombra y Juana intenta dar aviso doña Chayito y Ricardo; pero Jacinto lo impide enérgicamente. Al ruido acude Ricardo la sala y Jacinto se le encara y le pide recoja la honra de su hija será un hombre muerto. Ricardo se niega acceder y en el instante en que Jacinto hace uso de su revólver para matarlo, aperece doña Chayito y ce interpone entre uno y otro.
Andrés trata de convencer Jacinto con palabras buenas y buenas razones, de que ese no es el mejor camino para el logro de sus fines. Jacinto encolerizado, no le escucha. Ricardo descarga sobre el padre honrado una lluvia de insultos que son devueltos por Jacinto. Este se repone un tanto y viene su espíritu la calma; un rayo de reflexión ilumina su pensamiento; y en presencia de aquella alta sociedad degenerada y corrompida, abandona la casa y jura volver por la honra de su hija.
En el regazo del hogar llora Jacinto como un niño su desgracia. Maria del Rosario reza y sufre, y Timoteo sabedor de lo sucedido y del nombre del autor del hecho, se echa a la calle en su busca para matarlo. Pero al llegar a la casa de Ricardo supo que éste se habia embarcado con rumbo al Norte de América.
Los meses fugaces pasaron; grave dolencia apagó la vida de Jacinto y Ricardo retorno al hogar. Al saber María el regreso de Ricardo, se dispuso en combinación con Juana, penetrar al jardin de su casa y sorprenderlo con súplicas y promesas de amor eterno, con llanto en los ojos, hasta lograr ablandar sn espíritu y que se casara con ella. Ella seria su esclava, su amor eterno, su vida, su angel bueno así fue. Pero el ingrato la repudió asombrado.
Vete, vete, no quiero que mi madre se entere. Ella suplicó y fué inútil, y como 2780

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