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f c lo n с t d Llevado más tarde al fuerte como se acostumbra en las Repúblicas antillanas con los reos de importancia. allí había pasado todo su proceso malgastando su influencia y posición social, sin conseguir su libertad.
En los debates icómo había hecho derroche de elocuencia su abogado inútilmente. Pues, ni aun consiguió la conmutación de la pena de muerte, por otra menos cruel.
El supremo magistrado de la República era muy su amigo; pero, dada la calidad extranjera de la víctima, y ante la reclamación de su familia, temiendo un conflicto internacional, lo abandonaba a todo el rigor de la ley, a pesar de su deseo de salvarle.
El infeliz al llegar aquí, en su meditación, empezaba de nuevo el mismo soliloquio en su memoria: candente y real, repetíase el drama en su imaginación en todos sus detalles; y el recuerdo tenaz, resurgía en su pensamiento cosas olvidadas.
Suspirando, levantó la cabeza, se pasó la mano por la frente como para alejar aquellas tristes imágenes. Miró su reloj. La una, murmuro y nada aún. será desatendida mi última esperanza? Inquieto se puso andar por la estancia: reinaba silencio sepulcral, sólo interrumpido por el duro roce de los grillos al andar. Algunas veces se detenía frente al crucifijo, y algo como cobarde plegaria movía sus labios. Otras, se arrima ba la puerta de su prisión y se ponía escuchar. Solamente oía el monótono paso del centinela Al fin, desalentado, dejóse caer sobre una silla.
Pasó un rato. se oyeron los cerrojos al descorrerse y la puerta giró sobre sus goznes. El preso volvió a ella los ojos con ansiedad.
Un caballero serio y correcto entró. bien. preguntó el preso. Como abogado vuestro lice la proposición al Presidente de la República, él ha puesto en juego su influencia con el abogado de la familia de la víctima. él. Acepta en nombre de la familia, por lo extraño de la propuesta. mi esposa. Con actividad febril vende desde ayer vuestros bienes mejor dicho, los malversa para conseguir el dinero. creéis llenará la cantidad. No lo sé, pesáis mucho y el tiempo es muy corto, pero vuestra esposa hará lo imposible. No pueden concedierme un plazo?
El abogado de la parte contraria ha accedido vuestra petición como favor especial, en lo demás es inexorable. Así, pues, ela sentencia se cumplirá mañana las diez. Sí, esa hora os sacarán de aquí entre el piquete de soldados, para conduciros al cementerio, como es costumbre. Ah, Dios mío. no pueden evitarme esa calle de amargura. La ley así lo exige: no os dejéis abatir. todo será por fórmula, tened valor y esperanza. Me retiro, para ayudar vuestra esposa. Adiós!
11 y y el 111 P Eran las diez de la mañana: las campanas de la ciudad empezaron doblar muerto.
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