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por sus progenitores y el terco y mal inclinado en razón del insulto y atropello frecuente de sus padres, quienes en mayor grado relajan los sentimientos y des.
truyen las energías de los hijos, por cuanto los hostilizan desde la cuna y es su propia sangre la que los deprime. este respecto, cabe aquí hacer mención honrosísima de nuestro actual sistema de educación común en cuanto proscribe en absoluto el castigo corporal en las escuelas, y es fuerza convenir en que, pe.
netradas las gentes de esa disposición, han ide familiarizándose con ella y aplicándola a su vez en los hogares, ya sea porque comprenden su trascendencia bien porque, suavizada en la escuela, por ese medio, la indole de los niños, éstos presentan menos resistencia a la acción de sus padres los contienen corrigen con su dulzura, en sus arrebatos; que el ejemplo del hijo para con el padre es golpe certero al corazón y la mente de éste, como recibido al fin por la misma sangre, que dignifica cuando corrige bien. Oua de las causas que en mayor grado contribuye desvirtuar la educación de la familia es la frecuente controversia entre los padres, demostración palpable de que adolecen, uno otro ambos a la vez, de la debida educación, que desconocen sus recíprocos deberes y obligaciones que, introducida fatalmente la discordia entre ellos, por tibieza o relajación de los fundamentales vínculos del matrimonio, se ha apoderado el fastidio de uno y de otro, y la intolerancia y mala voluntad para todo acto conjunto del hogar, reina entre ellos. Este inconveniente, por el mal ejemplo que establece, destruye la autoridad de ambos y, en consecuencia, desaparecen el orden y la tranquilidad sin los cuales la familia es un desastre. qué podría decirse de aquellos padres de familia que arriban sus hogares en estado dc embriaguez? Respecto de este vicio, la defensa social se ha organizado en diversas formas sin llegar verdaderamente resultados prácticos, desde luego que se limita reprimirlo, pero no lo castiga. Conceptúo que este mal social, por sus desastrosos efectos en la organización fisica de la familia y más graves aún en su conformaeión moral, debe corregirse con la severidad y firmeza que demanda la protección seres indefensos como la mujer y los niños, víctimas inocentes y mudas de silenciosos y terribles dramas que a diario se desarrollan en altas horas de la noche, bajo el techo infeliz que ampara al ebrio en sus desmanes. La se.
paración conyugal, la pérdida de la administración de los bienes y, más que todo, la de la patria potestad, deberían stablecerse como pena la ebriedad Librar las sociedades del azote terrible del ebrio, en quien la ciencia ha descubierto el germen del crimen, de la locura y del mal; ser justos, poniendo en manos del cónyuge virtuoso, que constituye el único soporte de aquel hogar, los medios de satisfacer las necesidades del mismo, administrando bienes que son más suyos, por el objeto a que los dedica, que del pródigo consorte, que compra con ellos la ruina y la deshonra de sus hijos; y ser humanos, librando de la autoridad del padre vicioso los hijos, víctimas suyas, para que escapen la tiranía del licor, la más horrible, en cuanto apaga la razón sus luces y rompe al corazón sus vibraciones, para retraerlos de las leyes fatídicas del mal hábito que traidoramente se connaturaliza con los individuos, para salvarlos, en fin, como se salva los náufragos de las tempestades. que ellos son más dignos de ese auxilio, porque están pereciendo sin cesar, sin tregua, cada día y cada hora, sin que les llegue, como llega para los otros, el esperado momento de perecer por fuerza natural y sin ignominia en el fondo de los mares!
Si pues al hogar lo rodean y lo acechan, tan grandes enemigos en la condición misma de los hombres que lo fundan, preciso es buscar medios de represión efectiva para todos aquellos vicios que pudieran caer bajo el peso de la ley común; que para los demás, que al fuero interno pertenecen, con mejorar el medio ambiente, levantando la condición de la sociedad por el correctivo de las costumbres, bastaría.
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