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La Isla Guayabo de m11on de. si os rira lir DZ zo aSny 1e rá la le to Cinco millas al Sur de Puntarenas se levanta en el Golfo de Nicoya la pequeña isla de Guayabo, como un castillo acariciado por las brisas del mar, donde las aves pasan las mejores horas del día y reposan tranquilas durante la noche. Al despertar el alba las bandadas de gaviotas y alcatraces revolotean alrededor de su peñón y se lanzan al agua con la rapidez del rayo, sacando luego el pico cargado con la presa que la naturaleza les tiene destinada para sostener la eterna lucha por la vida.
Nada les falta allí: el aire puro. el sustento cotidiano y la armonía social rodean aquella agrupación de animales, formando una república modelo, donde la familia crece con dominio pleno del espacio, del agua y de la tierra, sin que el La Isla Guayabo hombre, señor absoluto, tenga intervención alguna en sus hogares.
La parte superior de la isla, cuya superficie es de dos hectáreas y media próximamente, está cubierta de pastos, bejucadas y árboles donde se alojan las aves, algunos garrobos y lagartijas, incontables cangrejos de color rojizo. La parte más alta, al lado del poniente, se eleva en línea casi vertical 53 metros sobre las olas encrespadas que azotan las rocas de su base.
Por un tiempo se creyó que la isla de Guayabo representaba para Costa Rica un valioso tesoro, consistente en 860, 000 metros cúbicos de rocas fosfatadas, que reducidas polvo vendrían fertilizar en pocos años los terrenos que el país tiene destinados a la agricultura: pero los análisis hechos han venido a destruir esa esperanza, dejando a los animales que habitan aquella región en el goce de la tranquilidad apacible que han disfrutado por muchos siglos.
Dos clases de rocas forman la masa compacta del islote, unas suaves, amarillentas, que ocupan la superficie superior, y otras muy duras, de color gris, extendidas oblicuamente en estratos regulares, cimentadas entre sí por capas delgadas de silicato.
Sobre esas peñas escarpadas crecen las plantas del agave que sirvieron a los antiguos indios para fabricar los cordeles de sus embarcaciones, las liamacas, y las redes de pescar; los hombres blancos vencieron a los hombres de tez bronceada, pero la naturaleza subsiste siempre inmutable a través de los trastornos humanos, sa le Alfaro 2853

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