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rientes, que residía en un puerto francés del Canal de la Mancha. Se fué y no volvió: los indios sublevados le mataron. Entonces Thiecla y su hija regresaron Gibraltar, donde el anciano Djarko las recibió con el mayor cariño. Thiecla era mi madre: mi padre se llamaba Harry Gresham. Mi abuelo Djarko me enseñó cantar, los veinte años comencé mi carrera teatral, debutando con el papel de Carmen, obra cuya heroína en la realidad fué mi bisabuela. Algunos gitanos de mi familia estimaron que lo que yo hacía era sacrilego. y hace dos años, hallán 10:22 en Londres, me envenenaron. Estuve muchos meses entre la vida y la muerte, pero los cuidados y la abnegación de un francés me saltaron. Hace un año me disponía reanudar mis tareas artísticas; estaba contratada en América y me encontré en Valparaíso el 16 de agosto, día del terremoto. Todos los periódicos publicaron la noticia de mi muerte, noticia que me cuidé de rectificar en seguida. Mi abuelo me contaba a menudo que Carmen era supersticiosa y no emprendía nada sin consultar las cartas. Leería alguna vez en los naipes la triste celebridad que habían de adquirir su nombre y su historia? Tal vez yo creo ser agradable su memoria restableciendo la verdad sobre el sangriento drama.
Hortus larvarum Aquel jardín hermoso de los lejanos tiempos parece que se pierde entre las nieblas, entre las sombras. Las fuentes límpidas, claras, con claridad de Ópalo, guardar en su seno extraños y misteriosos sonidos. De los rosales caen fatigadas las rosas y caen, perdido casi su perfume. El alma languidece, y los sueños de esa alma, tristes y vanos, evocan tiempos que ya no existen, perdidos de la memoria. Oh, danzas! joh, aires de tiempos muy lejanos, que resonábais en el templo secular en la virginal estancia; que resonábais doliente.
mente bajo blancas manos, manos de mujer, ávida aún de amor, pero que ya ni es joven ni es amada, suscitáis esos sueños vanos, de tiempos que ya no existen. Oh, perfumes de tiempos muy lejanos, que en el fondo de las encantadas redomas, ambarinas y vacías, dejásteis tan profundamente vuestra dulzura esencialde la que parece emanase algún espíritu. Acaso en las almas tiernas uno solo de esos recuerdos no se desvanece. Oh, perfumes que despertáis sueños vanos de tiempos que a no existen. Oh, imágenes de tiempos muy lejanos, que animais el pálido reflejo en que se retratan las ninfas de los ríos: las cazadoras armadas tras los encornamentados ciervos en los liermos mos bosques paganos (diosa de Delos, en las ardientes noches de verano, quien te admiraba no dormía. reís. imágenes en estos sueños vanos, como en los tiempos que ya no existen!
Mujer, tú que has vivido en tiempos muy lejanos, como tus danzas ya olvidadas, como tus perfumes en las redomas: mujer que tienes tan blancas manos; tú, que moriste árida de amor, que a no eres joven, ni serás a amada, pasa hov en estos sueos vanos, oh, tú, muerta de tiempos que ya no existen. Poema paradisiaco)
Gabriel Annunzio 2872
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