Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
La maldición de un mendigo Para Páginas ilustradas. raudamente pasas en tu coche, en tu mullido coche relumbrante, y aunque me huellas casi, en tu semblante se advierte sólo indiferencia atroz. Oh, favorito de la suerte ciega que gloria tienes disipar el oro, ni una moneda te arrancó ni lloro ni te movió Mi temblorosa voz. No en la cabaña que estremece el viento lanzaste flébil tu primer vagido ni por el hambre fuiste recibido cual presa destinada a su furor; nunca sustento demandaste en vano madre que en lamentos prorrumpía, ni padre silencioso, que escondía la horrible intensidad de su dolor.
De juventud en los inquietos años, dicha pediste conyugal ternura sin que la imagen de pobreza dura lograse tu fervor amortiguar.
Cuando tu esposa, por la vez primera su caro fruto te moſtró, gozando, saboreaste tu embeleso blando, el porvenir miraste sin temblar. Nunca, tras rudo y afanoso día, velaste, inquieto, al hijo que la ciencia desamparaba en su fatal dolencia, porque oro buscas, sin poderlo hallar. nunca, nunca, con tus manos propias su féretro, llorando, preparaste y apenas en la tumba lo dejaste, volviste con ardor trabajar. Pero no creas un momento sco que, ya en la orilla de la hambrienta fosa por dilatar mi vida borrascosa, osé implorar tu sorda compasión; no creas, no, que por un pan mezquino con abundantes lágrimas regado, con rabia y en silencio devorado, me hubiera expuesto a tal humillación. No mi negaste tú limosna, rico, mas inocentes, lindas creaturas, que prueban ya del hambre las torturas, de la miseria la infinita hiel!
Dulzuras te prodiga sin descanso 2884
Este documento no posee notas.