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Porque yo había llevado esa existencia con mi amor el dolor, y fuí quien pudo comunicar su alma mi demencia.
Allí estaba ella bajo el golpe rudo en un abismo de aflicción sumida, deshecho el débil, amoroso nudo.
Yo escuchaba su queja dolorida: pero otra vez estaba apresurando el moment fatal de mi partida. Ah! Qué escena patética ya cuando me puse en pie, sombrío. Arrebatada se colgó de mi cuello sollozand.
Sentí su faz en lágrimas bañada, sus ojos tan azules y tan bellos me imploraron con húmeda mirada: toda, como un nimbo de destellos eví su hermosura ideal, resplandeciente, semienvuelta en su manto de cabellos. No, no gemía trágica y doliente Ciñendo a mi su escultural belleza, sobre mi pecho la abatida frente!
De pronto erguida la gentil cabeza, me rechazó de sí, como al que exalta súbito sentimiento de fiereza. Vete. Vete. me dijo. Nada falta mi dolor y tu maldad. en medio del salón, ví la diosa juvenil, alta. Fué la última visión. Amargo tedio flota sobre mi alma entristecida!
Su amor no fué para mi ma. remedio; siento mi existencia perseguida por esa voz fatídica y nefanda, voz implacablemente repetida que me grita hasta en sueños. Anda, anda. Anda, desventurado por la vida!
Isaias Gamboa Santiago, 18 de abril de 1904.
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